Ciento ochenta minutos le llevó al Monterrey pulverizar a sus enemigos íntimos: los Tigres y sus propios fantasmas. El primero de los dos era más vulnerable: las finales internacionales (y muchas veces nacionales) nomás no se le dan al vecino. El segundo enemigo, su sombra, resultaba un asunto más escabroso: los años sin un título importante, la pérdida de jerarquía cada vez que Tigres levanta una nueva liga, la maldición del nuevo estadio…
Rayados ganó cada batalla: la del Universitario y la del estadio al que da nombre el, probablemente, peor banco del mundo. Rodolfo Pizarro invadió territorio enemigo con la gracia de una bailarina y la bravura de Pancho Villa. Nico Sánchez construyó una muralla de acero a prueba de tierra, aire, fuego y todo lo que no se apellide Gignac. Marcelo Barovero, a cabezazo del francés, defendió su marco con la parada del siglo.
Así, Monterrey se alivió tras más de 500 noches sin dormir desde que perdió en casa la final del Apertura 2017 ante el acérrimo rival. De paso, ganó la Liga de Campeones de Concacaf seis años después del tricampeonato. Ahora lo único que falta es dejar de hacer el ridículo.
México lleva 13 años arrastrando con puntualidad religiosa el (poco) prestigio de su liga. En una época en donde el representante de Europa se encuentra en una galaxia a siglos luz del resto, el resto convive bajo la misma atmósfera: el Mundial de Clubes ha demostrado que no existe demasiada distancia entre los representantes de Conmebol, Asia y África. En los últimos nueve años, cinco campeones de la Libertadores estuvieron a la altura y llegaron a la final, dos veces llegó un africano y en dos ocasiones un asiático. Concacaf mientras tanto, en trece ediciones representada por México, apenas cosechó un par de terceros lugares y once frustraciones totales.
Tras celebrar noche y día como corresponde, lo primero que debe hacer Monterrey debe ser plantear su estrategia para meterse de una buena vez a la final del Mundial de Clubes que -eso si finalmente se juega en China o Marruecos- podría ser la última oportunidad antes de que su nuevo formato la haga inaccesible. Mantener el nivel siete meses después ha sido una misión imposible para los inconsistentes y pasajeros campeones mexicanos. Ya va siendo hora de anunciar que la Liga MX existe, Rayados.