Oliver Atom, Benji Price, Steve Hyuga y los hermanos Koriotto ya no son las únicas figuras que Japón le ha ofrecido al mundo. Hasta hoy, la inestimable contribución nipona al ecosistema futbol se limitaba a tomar fotos por doquier, pagar lo indecible por entrar a los grandes eventos y traspasar de vez en vez al Hidetoshi Nakata en turno para que vendiera millones de camisetas, sin importar si jugaba poco o nada.
El bicampeón mundial de beisbol ahora puede presumir de jóvenes y talentosos futbolistas como Keisuke Honda, Shinji Kagawa, Shinji Okazaki, o Yuto Nagatomo. Y lo mejor de todo: les juro que esta vez son figuras de carne y hueso, y no producto de aquella imaginación milenaria, capaz de transformar a los tímidos Samurai Blue en mandones del Xbox, en súper potencia del mundo animado.
Ante la mayoritaria indiferencia de la afición occidental, Japón se consagró el sábado como campeón asiático tras vencer en la final a Australia, con un maravilloso gol de volea de Tadanari Lee: delantero mitad coreano. Fue la cuarta vez que los taka taka se coronan en las últimas seis ediciones. Hasta aquí, nada de qué espantarse. Después de todo, alguien tenía que ganar la Copa Asiática, y lo hizo el menos malo, ¿no?
¡Pues no! El triunfo nipón en Qatar es una burbujita más de su ebullición a fuego lento: Media decena de futbolistas titulares en la Bundesliga. Noveno lugar en Sudáfrica 2010. Victoria sobre la nueva Argentina en la última fecha FIFA. Y ahora el fichaje de Nagatomo por el Internazionale: con el lateral izquierdo, el club campeón del mundo mata dos pájaros de un tiro: se hace de un buen futbolista y de paso, vende su playera como pescado crudo en el mercado oriental.
Tras las bombas de Hiroshima y Nagasaki, nadie daba medio centavo por Japón. Hoy, no solo compramos sus coches y teles… también nos alimentamos de sushi, asesinamos el tiempo con sudoku. Recorten y guarden esta columna, porque esta vez no tardarán en ganarse nuestro respeto en lo que más importa: el Sakkā.