Hubo una época en la que no cuestionaba nada de lo que afirmara José Ramón Fernández. Sus críticas eran tan mordaces, elocuentes y crudas que sólo podían darse por ciertas. Aquella en particular, tenía todo el sentido del planeta: «Televisa no puede transmitir los partidos del Guadalajara. ¡Es una infamia!», vociferaba con ese sonsonete tan fácil de imitar.
El hecho de que la mayor parte de los ingresos de Chivas llegara a través del dueño del América en concepto de derechos de transmisión, degradó el Superclásico. Con la prerrogativa de que el cliente manda, Guadalajara jugó siempre a la hora que a Televisa le dio la gana.
Tras 22 años de subordinación, el conquistador-dictador-evangelizador-libertador Jorge Vergara por fin lanzó el grito de independencia. Siguiendo los pasos de Jesús Martínez, el genuino revolucionario y primer dueño del balón que se atrevió a rebelarse ante el totalitarismo ejercido por el duopolio, Vergara se animó a romper con la carismática empresa de Chapultepec.
Mi primera reacción ante el anuncio fue pensar que las Chivas se iban a Fox Sports. Lamenté que los escasos goles del Rebaaaaño fueran canturreados por las cuerdas vocales de Raúl Orvañanos, sin intuir que la cosa sería aún peor.
Para empezar, Chivas TV vende los partidos del Guadalajara: un producto cuya calidad de por sí ya es más que cuestionable (un título y dos subtítulos en los últimos 38 torneos son su paupérrima garantía). Y encima, los vende a un precio prohibitivo que sería abusivo hasta para disfrutar del mismísimo Milan de Arrigo Sacchi. Por si semejante tomadura de pelo no fuera suficiente, sus transmisiones carecen del menor lustre. El sistema distribuidor de contenidos en línea ofrece partidos malos, caros y sin estándares primarios de calidad.
Si Chivas es el equipo del pueblo y por ende sus partidos han de ser gratis, si a sus innovadores narradores los sacaron del siglo pasado, si las múltiples interrupciones son culpa suya o del proveedor de Internet, son debates que han de resolverse a título individual.
Lo imperdonable es que el Guadalajara lucre durante una fase experimental de su canal. Hacer televisión por streaming no se aprende en dos días. Mientras dejan de meter la pata, Chivas debería ofrecer su producto gratis durante dos semanas, un mes, un torneo o cinco años; lo que haga falta para que dejen de cagarla. Cuando aprendan, entonces que cobren lo que se les antoje y el mercado ya dirá si el experimento, además de polémico, resulta un buen negocio.