Ni las aficiones de Tigres y Atlas son tan incondicionales. Ya quisieran las Chivas, o el Tri contar con semejante número de fieles. Da igual cuántas veces pierda o cuan monótono sea verlo sumergido en la inmundicia: donde haya un televisor encendido a la hora que juega el América, siempre habrá un puñado de devotos antiamericanistas regodeándose con cada gol encajado en su portería.
Los delanteros pueden fallar mil veces siempre y cuando metan una. El portero, al revés. Nada plasma mejor su intrínseca marginación que la frase más veces repetida en la historia de los recreos: “¡Zafo parar!”
Guillermo Ochoa es portero, y por si fuera poco del América. Bien podría ser medio de contención y jugar en Cruz Azul, o estar registrado en Federación como defensa central del Toluca. No importaría cuánto se esmerara en cagarla, porque jamás le regalarían ni media portada.
A su edad (25), Luis Michel tenía un miserable partido en su trayectoria como profesional, Talavera era suplente del suplente, y Jesús Corona podía romper madres en pleitos de cantina sin reparo alguno, porque era tan famoso como el borracho de enfrente. Ochoa pues, está anclado: víctima de su precocidad y de un potencial que no ha logrado proyectar hasta donde imaginábamos por ahí de 2005. Caer en las garras de la mercadotecnia es un arma de dos filos… y a Memo le está picando el más puntiagudo.
Nada como la historia del héroe caído para vender papel. Hoy, Ochoa acapara las portadas por un error a secas en un partido previa y unánimemente tildado de molero. Todo se magnifica cuando se trata de él. Como cuando en el colegio aguardábamos a que al tonto del salón nomás se le cayera el lápiz para irnos con todo, ya lo agarraron de puerquito.
Lo mejor en estos casos es, ahora más que nunca, cambiarse de escuela. Si reprobó el examen de admisión en el Fulham, si no hay carta de recomendación capaz de palanquearlo al Manchester, aún quedan muchas instituciones en Europa con guardametas más burros que él. Sólo lejos de su asfixiante entorno, Memo recuperará sus pertenencias. Tiempo le sigue sobrando.