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Circo, maroma y teatro

El gran deseo de Germán Sánchez nunca fue ganar una medalla en Juegos Olímpicos. No era el anhelo de su niñez, ni siquiera la obsesión que se llevó a cama la noche del último domingo. La meta dorada de Germán está alejada de la sed de victoria, fama y fortuna. Su verdadero sueño es trabajar en el circo. En el mejor del mundo. Y nunca podré perdonarlo si no lo cumple. 

“Échele cabrón, ¿eh?”, dijo Iván desde las alturas. “Uno, dos, tres”; respondió Germán con la misma voz de pito en el instante previo al salto que los consagró como medallistas olímpicos. Un diálogo precioso que probablemente será mi mayor recuerdo de Londres 2012.

En sincronizados, quedar segundo detrás de China significa ganar el oro del resto del mundo. Cada cuatro años llega a los Olímpicos un puñado de clavadistas que promete dar la cara por la delegación mexicana, y no siempre logra el cometido. Porque esto no es un Grand Prix de clavados, no son los panamericanos, no es un Mundial que nadie pela. Son los Juegos Olímpicos. Y en la plataforma de 10 metros hace frío. ¿Cuántos Rommeles Pacheco, con idénticas expectativas, el mismo talento, la misma preparación y los mismos profesores han fallado a la hora de la verdad? A Sánchez y García, en cambio, hasta les quedó chico el escenario. 

Fue una victoria de mentalidad y de güevos. Germán e Iván ejecutaron los saltos con mayor grado de dificultad de la competencia. No por necesidad, no por reacción o reflejo tras verse abajo en las puntuaciones. México arriesgó por estrategia, por instinto. Y programó un clavado al que ni los chinos se atrevieron. Nada es peor en el deporte que morir de nada. Y el equipo mexicano salió por todas. ¿Tomaste nota Luis Fernando?

Cuando veo a Germán Sánchez o a Iván García, vislumbro un poco del Chicharito en su mirada. Desenfadados pero serios, mentalizados y a la vez relajados. Percibo en sus pupilas el reflejo de los Fierro, Espericueta y Gómez. Me acuerdo entonces de la luz que destella el abuelo Álvarez y concluyo que después de todo, este desmadre llamado México tiene solución.

Eso sí, donde pasen los años, y descubra que Germán Sánchez optó por el camino fácil de inmiscuirse en la grilla que envuelve a las instituciones deportivas, o decida corromper sus sueños para adentrarse en un puesto político, en lugar de enrolarse al Cirque du Soleil, habré perdido toda mi esperanza en este país.