Sucios, corruptos, desalmados. Aprovechados y codiciosos. Rateros. Nos saquearon durante décadas y más décadas, nos contagiaron sus terribles patologías, nos gobernaron a la mala. Hasta la esperanza nos extirparon. Indignantemente, en este noble país aún hay quienes los apoyan a muerte.
No estoy haciendo aquí una apología al rencor. Simplemente hay que tener memoria antes de hacer ondear una bandera de la que nos costó mucho liberarnos. El domingo es el día apuntado desde hace meses en nuestras agendas. La hora de la verdad. Y según las apuestas, a pesar de su desgastado y repetitivo discurso volverán a ganar.
Claro, eso dicen las encuestas de la tele y de los periódicos. Ahí donde trabajan líderes de opinión que veneran a los de camisa roja, y que sin éxito intentan manipular nuestras preferencias. Porque aquello que dicen los comentaristas en los medios convencionales discrepa totalmente de lo que opinamos nosotros en las redes sociales.
Si ahora mismo están a las puertas de la victoria es porque no han encontrado oposición digna. Mientras abanderen a gente como Mota (da igual si se llama Josefina Vázquez o simplemente Thiago), los blanquiazules aspiran como máximo a quedar terceros.
Nunca pensé decirlo pero a estas alturas, en esta lucha de tres, la república de AMLOmania parece un mal menor. Recordemos que la vez pasada perdió por la mínima. Si bien desprecio su pasado, por más que ahora se aparezca con la cara lavada y mucho más amable; por mera ley de alternancia, y por el talentoso equipo que formó a su alrededor merece su revancha.
Puede que aquí, por única vez en nuestras vidas estemos de acuerdo, estimado lector: sería terrible que el ganador del domingo sea #España. Mucho peor aún si #EsPeña.