Cumplir 25 es jodido. Prendes el estéreo en el coche y ahora resulta que TUS canciones son tan viejas que ya tienen covers… Enciendes la tele y en el zapping te reencuentras con los Thundercats. En tus tiempos eran el non plus ultra de la modernidad en caricaturas; ahora parecen dibujitos del siglo pasado. Y lo son.
Roger Federer y Lorena Ochoa pudieron haber sido tus compañeros de clase, las viejas más buenas de las revistas nacieron años después de ti y, aunque estás convencido de que los de RBD tienen tu edad, en realidad hasta Anahí es más chica que tú. O eso dice.
Haces cuentas y descubres que ya has vivido la tercera parte de tus días. Entonces recurres a lo de siempre: te refugias en el futbol. Malas noticias. Cada crack que surge es menor que tú, y por más maravillas que haga en el campo no puedes hacerlo tuyo. Un mocoso no debe ser tu ídolo.
Entras al cuarto de Cacho y Landín para hacerles una entrevista y descubres que eres el más viejo de todos. De hecho, la mitad del Pachuca es menor que tú. Y también la mitad del Colo Colo, y de todos los equipos del mundo.
Hace años que no actualizas tu columna. Deberías escribir sobre la final de la Copa Sudamericana, o del Balón de Oro que ganó Cannavaro por mera ley de descarte; o ya de perdis, del América- Chivas. Pero has preferido lloriquear.
Ahora tienes dos opciones: la más sensata es suprimirlo todo y ponerte a escribir de futbol que para eso estás. Aunque arribita el botón de send te seduce para que esta pseudo-columna se vaya directo al webmaster y sea publicada. ¿Ya qué?