No existió final más soñada. Nunca se enfrentaron mejores equipos. Jamás un marco deportivo estuvo tan cerca de la perfección. Ninguna vez nos permitimos tanto lujo. El de mañana es el partido más ilusionante de la historia moderna.
Luego de vagar entre Broadway y Las Vegas, el señor espectáculo regresa a su lugar de origen: Roma. El Coliseo moderno es el Stadio Olímpico, el César en turno se llama Michel Platini, y los gladiadores más venerados ahora vienen de Portugal y Argentina. Sin embargo, la emoción que emerge del circo romano se mantiene intacta.
Hace 12 años que el equipo campeón de Europa no era tan bueno como para repetir en la final. Vertical por genética, nadie es capaz de cruzar los 110 metros del campo a la velocidad del Manchester United. Los Red Devils asesinan con sólo tres pases.
El retador prefiere chiquear al balón y pasearlo de un lado a otro mientras tortura al enemigo. La rapidez del FC Barcelona no es tan física como mental, y sus aspiraciones no se colman con proclamarse como el mejor del año. El triplete y más que nada, su delicioso estilo de juego lo postularían al equipo más grande de todos los tiempos.
Manchester cuenta con mejores artes defensivas, el Barça es superior al ataque. Los ingleses tienen numerosas identidades que despliegan según lo requieran las circunstancias del partido, además de grandes suplentes que garantizan el éxito del plan B; los catalanes, en cambio, morirán con sus 11 gladiadores titulares y su única forma de concebir el futbol.
La leyenda de Sir Alex contra la deidad Guardiola, Cristiano Vs Leo, pragmatismo cartesiano frente a realismo mágico… Podría seguir, seguir y seguir pero será mejor dejarlos ya porque parto hacia Roma sin acreditación ni entrada. La locura que voy a hacer es lo mínimo que esta Final merece.