El mexicano se las da de digno por naturaleza. Llevarnos nuestro balón y dejar al resto plantado en el patio del colegio apenas asome la intolerable injusticia o aflore el maltrato de los gandallas, es una de nuestras tradiciones más pueriles. Kiko, el vecino del Chavo ilustró esta conducta mejor que nadie: de la mano de Doña Florinda, y al grito de ¡chusma, chusma!
Los personajes de Chespirito calaron en la cultura sudamericana como no pudo hacerlo ningún otro mexicano: cantante, escritor o en lo que nos concierne, equipo de futbol.
Por lo demás, para ellos somos Méjico con jota, que da lo mismo. Rara vez utilizan el término ‘Latinoamericano’, porque eso implicaría incluirnos en el vecindario, por lo que prefieren segregarse con el uso del vocablo ‘Sudamericano’. Y en lo que al futbol se refiere, nos han tratado como apestados mucho antes de la gripe porcina.
De modo que, con el cobijo de aficionados y periodistas en general, la FMF se envalentonó para anunciar su ruptura con Conmebol. “Ellos pierden más que nosotros”… “Las participaciones continentales no le han dejado nada a México”, vociferan con desmedidos aires de grandeza los más recatados.
Nuestro gran orgullo es llevarnos lo único que les interesa a los del sur: patrocinadores. Pero lo constante es que en 16 años los equipos mexicanos quedaron eliminados de 7 ediciones de la Copa América, de 12 Copas Libertadores, 6 Copas Sudamericana, 2 Copas Merconorte, y una Recopa. Con un solo título de 29 disputados nos vamos sin haber demostrado ser mejores que ellos: ni moral ni deportivamente.
Si no nos gusta el trato que recibimos como invitados, lo mejor sería pelear por una membrecía que nos permitiera competir con plenos derechos y obligaciones. Pero lo más sencillo es largarnos… Y llevarnos nuestro balón.