Hace ocho años México se vendió ante Trinidad y Tobago. O así lo insinuó en conferencia de prensa Ricardo La Volpe, entonces entrenador del Atlas, para justificar por qué su selección no fue líder del hexagonal final rumbo a Alemania 2006. En su perorata, siempre devastadora con los intereses de la lengua española, el ex técnico de la selección desflemó:
«La primera fase también se le ganó por primera vez a Trinidad y Tobago, no se había ganado nunca en Trinidad y Tobago. El primer partido en la primera eliminatoria, no cuando ya estábamos clasificados, que fuimos al último partido para no tener problemas. Diría yo, ¿no? que fuiste justo contra el que hoy maneja la Concacaf (Jack Warner), entonces dijimos, mirá: los menos problemas posibles y andá, ya calificaste».
Sus declaraciones pasaron casi desapercibidas. Murieron al día siguiente, víctimas de la doble moral. Sólo nos indigna lo que vende y las portadas de aquel 28 de agosto de 2009 no tuvieron rating suficiente como para darle seguimiento a tamaña ignominia. En Guatemala, probablemente ni se enteraron.
Resulta que camino a 2014 México hizo exactamente lo mismo que Guatemala en 2005: 11 puntos, diferencia de -2 goles tras 10 partidos y a rezarle al vecino del norte. En la décima y última jornada, los buenos de los chapines sólo necesitaban que el entonces Gigante de la Concacaf empatara en Trinidad para que fuera la vecina Guate quien se jugara el repechaje contra su similar de Bahréin. O sea que México era Estados Unidos, Trinidad era Panamá, Guatemala era México y Nueva Zelanda, la no menos poderosísima selección de Bahréin.
A dios gracias, el técnico de EU se llama Klinsmann, no La Volpe. Nuestro vecino del norte tuvo vergüenza deportiva la semana pasada, cuando hace dos hexagonales y en idénticas circunstancias, a México le fue más cómodo dejar morir al vecino del sur. Un episodio ignorado, pero tan degradante como tener que jugarse el boleto 32 en un país al que sólo le importa el rugby. El karma no existe.