¿Quiénes somos? ¿De dónde venimos? ¿Hacia dónde vamos? A nuestro perenne estado de vacío existencial, ahora hay que añadir: ¿Por qué perdemos?
En Kingston fue culpa de Vela y Giovani (tan verdes), en San Pedro perdimos por Oswaldo (tan grillo), en Columbus acusamos a Rafa (tan mamón), y de vuelta a Honduras la culpa fue de Sven (tan extranjero). Pero en San Salvador no estuvo ninguno de ellos. Ya no quedan ni chivos expiatorios.
¿Por qué perdemos? El simplismo reduccionista del aficionado promedio lo lleva a concluir que a nuestros jugadores les faltan güevos. Y ojalá fuera tan simple como eso. En realidad carecen de rigor táctico, velocidad, puntería, agilidad mental, dinámica, técnica individual y colectiva. Si cumplieran con el ABC del futbol les sería más fácil hacer goles… y si metieran goles, les resultaría más sencillo evitar derrotas.
Hay dinero, toda la inversión la acapara el futbol gracias a un criminal centralismo que relega a los demás deportes de conjunto. ¿Por qué perdemos? Porque no hay materia prima. Los jugadores sudamericanos son el sostén de nuestra liga, y los nacionales viven cómodamente a su sombra. En tanto, los mexicanos que ejercen de extranjeros en Europa no pintan nada en sus clubes.
Lo preocupante no es el mal momento que atraviesan los elegidos por Aguirre; el problema está al buscar equipo por equipo, a once mexicanos que jueguen mejor que ellos. No existen. ¿Por qué? Por la corrupción en fuerzas básicas, por el sistema de (in)competencia en Primera División, y por el infame flujo de ascensos y descensos en el resto de divisiones de nuestro futbol que, junto a un montón de etcéteras, bloquean la irrupción del talento al profesionalismo.
¿Y no pasa lo mismo en Centroamérica? ¿Por qué perdemos? Por falta de güevos, mijo… falta de güevos.