Sonaba lógico y nos tragamos el cuento. La cantaleta generalizada pregonaba que el futbol mexicano estaba estancado porque no tenía roce internacional: no nos invitaban a la Copa Libertadores, nuestros cracks preferían morirse antes que atreverse a dar el salto a Europa. Pero si algún día lográbamos colocar a una docena de talentos del otro lado del charco, y conseguíamos que el resto compitiera con la crema y nata de Sudamérica, todo cambiaría.
¿Quieres hacer reír a Dios? ¡Cuéntale tus planes! Hoy, a 13 años de jugar la Libertadores estamos igual que siempre… de hecho, es tanta nuestra emoción que si no ordeñamos bien este periódico, no nos enteramos cómo le fue a Jaguares ayer en Perú.
Y hoy, a un lustro de iniciar nuestro sueño europeo seguimos atrapados en el limbo. Terminó Alemania 2006 y por primera vez contamos a un puñado de mexicanos lejos de nuestra nauseabunda liga. Recogeríamos los frutos de semejante avance en Sudáfrica 2010.
¡Ajá! Como ya sabemos, el Mundial fue pan con lo mismo. Ahora inicia el sexto año en el que podemos seguir semana a semana los andares de nuestros embajadores por el Viejo Continente, y resulta que sálvense Hernández y Moreno; los demás huelen en sus equipos peor que huevo podrido.
¿Dónde jugará Juárez si al Celtic ya le estorba tenerlo hasta ocupando su asiento en la tribuna? ¿Dónde lo hará Barrera si ni en el peor equipo de Inglaterra le dan chance? ¿Dónde jugará Guardado si se lesiona de tan sólo mirarlo? ¿Dónde jugarán los hermanos dos Santos? ¿Dónde lo harán Maza y Salcido? A cien horas de que cierre el mercado invernal, no hay lugar para ninguno de ellos.
Repasar cada domingo si Vela vio al Arsenal desde la banca o desde la grada ya no tiene gracia. El beneficio de la duda para la generación dorada está caducando… nuestra esperanza de tiempos mejores, también.