Eran 17 cuando los acabamos de contar. Nuestro sueño se hacía realidad. Durante años nos habían dicho que tener un buen puñado de futbolistas y entrenadores mexicanos en Europa era lo único que nos faltaba para dar el tan mentado salto de calidad. Ya no había lugar para excusas.
A media temporada repatriamos a Pável, Bravo y Galindo: disque para rescatar a la liga mexicana de su tirana insignificancia. Sin embargo, lo único que se trajeron los muy condenados del Viejo Continente fue viruela, sarampión y hasta influenza para las ya de por sí blandengues huestes de América, Tigres y Guadalajara. Nos quedaban 14… Trece, cuando echaron a Javier Aguirre.
Si somos serios en el análisis, aceptaremos que Maza, Guille y De Nigris no son material de selección, así que podemos tacharlos de la lista aún antes de su inminente regreso. Nos quedan 10.
Nery se murió en la nieve y ya nomás nos quedan nueve… Giovani nos salió teporocho y ya nomás nos quedan ocho… A Osorio lo infectó un filete, y ya nomás nos quedan siete.
Entre ellos Salcido, que tuvo un año deprimente. Vela y Moreno, que siguen siendo figuras del futuro y por lo tanto, no del presente. Y como ayer nos echaron al bien amado Martín Vásquez del Bayern Munich, debo decir que durante todo el ejercicio 2008-09 México tuvo a tan sólo tres embajadores más o menos dignos en Europa: Hugo Sánchez, quien salvó del descenso al Almería con cinco semanas de anticipación; Rafa Márquez, nuestro único consagrado; y Andrés Guardado, todo un referente en La Coruña.
Pero en su momento Hugo no fue Dios, se la hicimos de tos, y a la selección le quedan dos. Y si recordamos que cuando viste de verde, Rafa suele ser bastante inoportuno, la verdad nos queda uno. Ojalá Guardado no haga una bobada, pues entonces sí, nos quedaría nada, nada, nada.