De Newton a Beethoven, de Van Gogh a Napoleón. La historia de la humanidad está repleta de antisociales resentidos cuyo legado prueba que el rencor, para mover montañas, resulta más efectivo que la fe.
«Ya veremos» fueron las últimas palabras de Cristiano Ronaldo en el Estadio Metropolitano. La Juventus había perdido 0-2 ante el Atlético y sin acercarse a los micrófonos camino al autobús, recordó que él solito goleaba 5-0 al Atlético de Madrid en el palmarés de la Champions League. ¿Pero este año quién va a avanzar, Cristiano?, preguntó con malicia el más vivo de los reporteros. Ya veremos, respondió petulante el portugués mientras cruzaba la puerta de salida. Tres semanas después ya vimos. Y vaya que lo vimos.
En el fondo todos sabíamos lo que le aguardaba en la vuelta al Atlético. Todos aquellos que tenemos una pizca de cultura general y conocimientos básicos acerca de la historia contemporánea de la Copa de Europa, incluso los más tercos, lo teníamos claro. La épica remontada con hat trick de Cristiano es una historia que se ha repetido tantas veces, en tantos escenarios distintos, que resultaba demente no verla venir.
A diferencia de muchos otros mitos (El Monstruo del Lago Ness, Pie Grande, el Abominable Hombre de las Nieves, la Llorona o el Chupacabras) Cristiano Ronaldo existe. Aunque tantos, a pesar de la evidencia, intentemos negarlo.
Santa Claus, las historias de vaqueros y los cuentos de fantasmas son más fáciles de creer. Nosotros los viejos del futuro, estamos condenados a ser tachados de seniles exagerados cuando platiquemos los rescates de este hombre cada vez que su equipo o selección pedían auxilio.
Porque también, a diferencia de Black Panther, Wolverine, Ironman, Superman o el Capitán Cavernícola, Cristiano Ronaldo existe. ¡Vaya que existe! En un mundo donde algunos futbolistas se disfrazan de súper héroes, él es un superhéroe que se hace pasar por jugador de futbol. Los años pasan y nadie da con la receta de su maldita kryptonita.