Pragmático, pero osado. Clásico, aunque moderno. Vanguardista y, no obstante, tradicional. Bien delineado y, sin embargo, tosco. Irreverente, más poco creativo. Versátil, empero aburrido. El transgresor escudo que estrenará la Juventus a partir de la próxima temporada proyecta con nitidez absoluta el carácter del ufano club piamontés: blanco, pero negro.
Juventus, La Vecchia Signora. Al ser un equipo doctorado en contrastes, nadie detecta ya el oxímoron de su tarjeta de presentación. Su nombre significa juventud en latín, mientras su apodo honra a las abuelas.
Sus vitrinas son igualmente desconcertantes: ¿Cómo puede el máximo ganador de Italia tener un historial tan frágil a nivel europeo? ¿Es posible que la Juve duplique al Milan en ligas conquistadas y a la vez, ostente menos de la tercera parte de las Champions Leagues alzadas por el cuadro rossonero?
Puede deberse a que Piamonte esté situada en el último ojal de la bota: más cerca de Suiza que de la Italia estereotípica. Turín es más conocida por su chocolate que por su pasta. Y su gente es más discreta que escandalosa. Como la Juventus: menos pasional que calculadora. Frialdad en tierra impulsiva, autos Fiat antes que motos Ducati, blanco y negro para desmarcarse del colorido resto.
Italia es, de lejos, el país más religioso de Europa occidental. Sin embargo, en la Juventus el mayor de los cultos es dedicado a la rentabilidad. Aquí no hay Tottis, ni Maldinis, ni Zanettis eternos… sino Del Pieros abandonados. No se engañen: si Buffon se quedó, solo fue porque, a diferencia de Zidane o Pogba, nunca nadie ofertó la cantidad de oro macizo digna del portero llegado de Parma.
Hasta moviendo los hilos de la mafia, estigma italiano por excelencia, la Vecchia resultó más suiza que italiana. A diferencia de Milan e Inter, purgó su condena por tramposa. Luego volvió e hizo las cosas como se espera de la gente de su alcurnia.
Juventus es un oasis de estabilidad, allá donde azota la crisis. Hormiga en medio de cigarras. Y todo le ha llevado a ganar tan solo dos Copas de Europa en su historia. Quizá la Juve, en momentos cumbre, ha echado en falta la pillería italiana: el arrebato de pícara competitividad que le llevó a ganar cuatro Copas del Mundo, las últimas contra todo presagio. Tras seis finales de Champions perdidas, la Vieja Señora necesita soltarse el pelo en Cardiff.