Centro de Jaime Lozano. Remate de Julio César Domínguez. Gol. A 10 minutos del final, Cruz Azul empata en el global al Toluca tras impartir cátedra de carácter y amor propio. Con un hombre menos sabe resistir en campo ajeno, y gana 0-2 contra todo augurio, forzando los tiros penales. Pero algo no checa en el ambiente: es como ver a Lucerito encarnando un papel de villana. Y al final, pasa lo que tenía que pasar. A Cruz Azul no le queda el disfraz de súper héroe.
Entre los últimos 41 campeones de liga, el nombre de Cruz Azul aparece una sola vez. 12 años sin salir campeón. 22 torneos sin dar la vuelta olímpica. 14 partidos sin vencer al América, incluidas 10 derrotas en los últimos cinco años. Aunque ganarle a las Águilas no serviría ni para pagar el enganche de tan asfixiante deuda, al menos habría sido un guiño de buenas intenciones.
Gol del Pikolín Palacios, golazo de Tahuilán, golazazazo del Gringo Castro. En la jornada 10 pasó de todo: hasta Atlas venció a Chivas. Sólo faltó que nevara en algún estadio… o que Cruz Azul derrotara al América.
Miedo hay en todo el mundo. River teme a Boca, el Madrid asusta al Atlético, y sin ir tan lejos Estados Unidos espanta a la Selección Mexicana. A Cruz Azul le da pánico ver en tan mal estado a su eterno rival y asumir la obligación de ganarle. Sabah nos engañó: no es miedo… es PAVOR. Lo peor del caso es que el odio ya no es mutuo. Ni siquiera porque, gracias a los puntos donados por el bisubcampeón, América no será el último del porcentaje para el torneo que viene. Simplemente es imposible odiar a quien te pone la otra mejilla, por más mal que te caiga. Es como molestar en la escuela a un niño que no se defiende. Para el americanista resulta más interesante tenerle manía a Chivas y a Pumas. El odio requiere un mínimo de respeto.