América y Guadalajara viven del pasado. Incapaces de predicar su grandeza con evidencia de su esplendor en el hoy y ahora, les queda mirar atrás y hacer cuentas. Juego de bobos, como quien se mide a ver quién la tiene más grande. Y ciertamente, tal como presume, el América gana por un centímetro. Sin embargo, dilató un siglo en conquistar los entorchados que cierto club acumuló apenas entre 1914 y 1945.
Camisa blanca y pantalón negro. Combinación ideal para un equipo condenado a morir mucho antes de la tele a colores. En sus fotos no hay que adivinar azules, rojos o amarillos. El España era así como los vemos.
Luis Pirata de la Fuente fue el primer crack de dimensión universal en la historia del futbol mexicano. Apenas dos o tres compatriotas poseen credenciales para discutirle el trono de mejor jugador azteca de todos los tiempos. A ese mismo nivel, pero en el podio histórico del todopoderoso futbol argentino se eleva la figura de José Manuel Charro Moreno. En tanto, el español Isidro Lángara tiene el mejor promedio de goles por partido jamás registrado en el futbol de alta competencia.
Los tres monstruos jugaron para el mismo cuadro en el que años después debutaría la Tota Carbajal. Le llamaban La Aplanadora. Ahí sólo jugaban los mejores, sin reparar en nimiedades como el color del pasaporte. Club ganador, problemático, querido y odiado. Fusilado por dos generales: Francisco Franco, español y José Manuel Núñez, mexicano. La figura del dictador sembró la discordia en el club puertas adentro y la xenofobia del superintendente del balompié nacional de la época puso el resto. El Real Club España tuvo que doctorarse en el amateurismo y en el panorama profesional su rol quedó en manos de un mal imitador como el América, que se tardó 70 años en alcanzar el palmarés de un equipo que, con toda probabilidad, a estas alturas ya sumaría tantas ligas como Juventus, River Plate o Real Madrid y no las miserias que se discuten Águilas y Chivas.
Los 12 del América y los 11 del Guadalajara acumulados no representan ni el 25% de los títulos repartidos en la era profesional del futbol mexicano. Y es que el verdadero, único y original Campeonísimo quedó encerrado en los libros a blanco y negro.
*Gracias a Carlos Calderón, guía y maestro de historia.