La misma instancia, el mismo rival. Ahí donde el Mundial empieza, ahí donde el Mundial se acaba. Y de nuevo a casa; aunque a diferencia de la vez pasada, ahora ni siquiera alcanzó para aderezar la agonía con la adrenalina propia de los tiempos extra.
Ha pasado un mes desde entonces, y pasaran otros 47. Seguirá torturando al aficionado la imagen del argentino fallador cuyo nombre nos negamos a invocar. Continuará martillándolo el espectro del defensa que se fue a Alemania y nomás aprendió a regalar balones que terminan en la propia red. Retumbará en la memoria colectiva la silueta de aquel ídolo que con 37 años apenas se movía y que viajó a Sudáfrica solo para meter un golecito, mientras el único ‘10’ con el que contaba el país se sacaba los mocos en casa.
A tres años y 11 meses para la nueva cita, la maquinaria empieza levantando mucho humo, y la primera polvareda se llama director técnico interino. Se barajarán nombres, se jugarán amistosos, se llenarán estadios y una vez cicatrizada la herida africana, habrán elegido al hombre que guiará al cuadro nacional a levantar la Copa del Mundo en Brasil 2014.
Dicen que México ’86 fue el último Mundial en que la selección cumplió con las expectativas, pero mi generación solo recuerda la Copa América ’93: Gabriel Batistuta toma el balón, Ramón Ramírez sale volando 20 metros y acto seguido Jorge Campos, ataviado de rosa con rombos amarillos y morados, queda fuera de combate. Es la secuencia final de la última generación que fue capaz de enamorar, y recibir donativos de fe por iniciativa propia… no por la vía propagandística.
Lo peor del caso es que el tumor está bien localizado en el interior de la federación, pero no hay dios voluntarioso que lo extirpe. Los jugadores envejecen, los técnicos van y vienen, pero los directivos ahí siguen: cada año más gordos, más ricos y mafiosos. ¿Y ahora qué sigue?… ¡Ya sé: nombrar técnico nacional al mejor futbolista que ha dado la nación! Ah, no… esa carta se quemó en apenas año y medio.
¡Qué mal anda el futbol argentino! Otro día les hablaré del mexicano. Cuestión de darle copy paste.