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Caínes y Abeles

Seis días de espera, 15 partidos previos y 641 bostezos promediados por persona. Durante mil 350 minutos aguardamos impacientes por el amable donativo de España a este indigente llamado Sudáfrica 2010… ¡Jaja!, se burló Nelson.

La herencia genética y cultural impuesta en México por Hernán Cortés es la mejor coartada que tienen algunos para justificar nuestros vicios, errores, problemáticas sociales y sobre todo, futbolísticas. “¡Nos hubieran conquistado los ingleses!”, se lamentan. “Nos conquistaron”, exponen; preponderando que los mexicanos vivamos en la misma tierra que habitaron los Aztecas, pero obviando que el mestizaje y el transcurrir de los siglos nos vuelvan tan ajenos a Tenochtitlán como a Madrid.

Por el otro lado, están todos aquellos que no pueden saludar a un español sin contarle que su abuelo era o es de tal o cual lugar… como si de veras eso pudiera interesarle a su interlocutor. Por ello es casi imposible alabar o criticar a la selección española sin que alguna de las dos partes se vuelque contra ti para ubicarte en la nómina del polo opuesto: los que sufren el complejo de conquistados, o los que se sienten españoles sin serlo.

Las estadísticas no pueden mentir: Antes de enfrentar a Suiza, los españoles habían cosechado 37 victorias en sus últimos 38 partidos. Si fueran club de futbol habrían sumado 111 puntos al final del torneo. Por eso, por su condición de campeones europeos y por su materia prima infinitamente superior a la del resto de aspirantes eran los grandes favoritos. Y hoy, con todo y todo siguen siendo favoritos, aunque ya sin el “grandes”.

Es precisamente esta última palabra el principal argumento de quienes mucho antes del descalabro en Durban adelantaban un fracaso español. La conquista de la Euro no es parámetro que la encumbre al nivel de Alemania e Italia porque España es tan campeona como lo fueron Grecia y Dinamarca en el pasado reciente. El Mundial es otra cosa y está reservado para tres equipos y aquellos organizadores con potencial. El Maracanazo del ‘50, la mano y las piernas de Dios en el ‘86 fueron milagrosas excepciones. La España 2010 no da señales de ser la tercera.