Hay equipos que ilustran desde su nombre. No aluden a la ciudad, barrio o distrito en donde fueron fundados. No recurren al mundo animal para apelar a impostada fiereza. Un día de ocio te obligan a meterte a Wikipedia y descubrir quién fue Ajax, Colo Colo o Vasco da Gama, y qué hicieron para ser tan venerados. Es la aproximación más cercana a la inquietud cultural que tendrán miles de aficionados al futbol. Atalanta es un club de esta inusual estirpe, con el añadido de ser el único que en su nombre rinde culto a una mujer, muchísimo antes de que la igualdad de género se pusiera de moda.
La de Atalanta es una preciosa historia de reivindicación del sexo fuerte, pero ni la más feminista, ni nadie en general que viva a más de 500 metros a la redonda de Bergamo se declaró nunca aficionado a la Dea. Hasta hace tres años Atalanta era equivalente a mediocridad perpetua. En casi 60 temporadas jugadas en Serie A, su mejor actuación era un quinto puesto conseguido en 1948. Incluso equipos como Cagliari, Bologna, Verona, Sampdoria o Torino ganaron el Scudetto desde entonces. Atalanta Bergamasca, que es el nombre completo de la criatura, nunca pasó de aquel quinto lugar. Hasta que se topó con ese honorable anciano llamado Gian Piero Gasperini.
En poco tiempo armó un equipo de culto: intenso y coordinado, un reloj bomba que solo explota en manos rivales. Como el colectivo es abismalmente superior a la suma de sus individualidades, da igual que Kessie, Cristante, Bastoni, Mancini, Conti, Gagliardini o De Roon se marchen a clubes de mayor nombre, donde luego no parecen tan buenos como en el Atalanta. Sus lugares son bien ocupados por juveniles, pues, por si fuera poco, Atalanta maneja la mejor cantera de Italia: es campeón y líder vigente del tradicional Campeonato Primavera.
Atalanta no es el típico equipo romántico e irresponsable que se marcha feliz si le metes cuatro, siempre y cuando ellos te hagan cinco. Para contentarse necesitan marcar siete u ocho goles. Aunque tienen fama de nobles y simpáticos, carecen del menor concepto de piedad. Y no discriminan. Golean a puertas abiertas o cerradas. De local y visitante. Y también en cancha neutral. Si San Siro adapta su nombre a Giuseppe Meazza en función de quién juegue, Milan o Inter, bien podría organizar un tercer bautizo en honor al único club que le ha llevado gloria europea en los últimos diez años.