Los Patriotas de Nueva Inglaterra lo han hecho de nuevo. Tras ganar el Super Bowl del año pasado en Houston, con una remontada histórica en el último cuarto, en un partido que consagró a Tom Brady como MVP del partido y lo confirmó como uno los mejores jugadores de todos los tiempos; los vigentes campeones de la NFL van por un anillo más, esta vez contra las Águilas de Filadelfia. De hacer válido su favoritismo, los Pats habrán ganado tres de los últimos cuatro Super Tazones, lo que pondría broche de oro a la dinastía comandada por Bill Belichick.
Tras ganar Wimbledon el año pasado, Roger Federer está ya en semifinales del Abierto de Australia, certamen del que es campeón defensor. La leyenda suiza inicia un nuevo año al máximo nivel, luego de haber coleccionado premios, condecoraciones y menciones honoríficas por su histórica temporada pasada: atleta del año en Suiza, deportista del año para la Gazzeta dello Sport, personalidad deportiva del año según la BBC, ESPY al mejor tenista, atleta europeo del año de acuerdo a la Federación de Periodistas Europeos, entre otros reconocimientos que le catapultan al nivel de leyenda.
Lo escrito hasta ahora es real, obvio y fácil de comprobar. Y, aquí el detalle, tiene tanta vigencia hoy 25 de enero de 2018, como de haber sido publicada el 25 de enero de 2005. Sin el menor asomo de error, trampa o recurso para mimetizar lo acontecido hace más de una docena de años cuando, por cierto, las páginas de información relevante destacaban que: «Corea del Norte afirma poseer armas nucleares como protección contra la hostilidad que siente por parte de los Estados Unidos».
Los mejores futbolistas del mundo eran Ronaldinho, Lampard, Gerrard, Shevchenko, Deco, Nedved y Henry. Juan Pablo II, Saddam Hussein y los Supersónicos de Seattle aún vivían. Britney Spears y Jessica Simpson estaban buenísimas. Nadie en el mundo había oído hablar nunca de Usain Bolt, mucho menos de Twitter, Iphone o Youtube. Facebook tenía mucho menos usuarios que lectores esta columna. España era un fraude que nunca había ganado nada y Cruz Azul no daba una. El mejor jugador de la NBA se llamaba Kevin Garnett. Michael Schumacher, campeón reinante de la Formula 1. Barry Bonds, Alex Rodríguez y Lance Armstrong eran los reyes del mambo.
Si para ese entonces, 25 de enero de 2005, Tom Brady y Roger Federer ya eran inmortales, hoy redefinen el concepto de eternidad.