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Fútbol internacional Real Madrid

Blanca adicción

El Barça lideraba el palmarés histórico con seis títulos de Liga. Athletic Club de Bilbao lo acosaba con cinco. Tras las grandes potencias de Euskadi y Catalunya, pujaba el equipo de Madrid con ya cuatro títulos en su haber: el Atlético. Después venía el Valencia con tres. Y al final asomaba el otro equipo de Madrid, el de la denominación Real por gracia de su majestad Alfonso XIII: un título reivindicado con apenas dos conquistas ligueras, tan pocas como las acumuladas por los clubes de Sevilla.   

Superada la primera mitad del siglo, todo mundo tenía claro que el Honved de Puskas, Czibor y Kocsis, base de los Magiares Mágicos que perdió un solo y maldito partido entre 1950 y 1956, era de lejos el mejor club de Europa. Un axioma tan aceptado como que el Grande Torino de Valentino Mazzola había sido el amo y señor de los 40. No hacía falta organizar Copas de Europa para comprobarlo.

Si medir fuerzas a nivel internacional tuviese sentido en 1930, a la par de ese experimento al que llamaron Mundial, hoy el Arsenal sería Uruguay a nivel de clubes. Pero en 1955 todos los equipos arrancaron de cero sin saberlo. En adelante, ni los Baby Boomers, ni la Generación X, ni los Millenials, nos preocuparíamos en cotizar los metales internacionales recolectados antes de la Champions League, única referencia para calcular el tamaño de un club. 

A partir de entonces, todo pasó demasiado rápido. El Real Madrid se robó a Di Stéfano. El avión de los Busby Babes se estrelló en Múnich. Ajax, Liverpool y Milan llegaron, vencieron y se fueron. El Bayern despertó cuando ya era muy tarde y el Barcelona se unió a la fiesta, cuando ya hasta habían levantado las mesas. El Real Madrid, con el tino de aparecer en el lugar correcto y en el momento justo de la historia, los vio desfilar a todos sin ceder el trono apañado.

El Madrid no se enamora de nadie más que de sí mismo y por ello siempre se ha desprendido de sus entrenadores, aunque ganen. No pierde el tiempo en reflexionar sobre su filosofía de juego, pues ni la ha tenido ni la ha necesitado. Lo suyo son las matemáticas, especialmente la suma. Y su adicción a la adición le ha permitido escapar de sus variopintas crisis antes de presentar ningún síntoma de mejoría. 

Lo conocemos demasiado como para no estar prevenidos. No importa cuánto lo intente: a la corta, el Real Madrid no puede dejar de ganar.