Fin del primer tiempo, Cruz Azul gana 1-0 y por motivos de cierre, ya les urge que envíe mi columna. América ni siquiera se ha molestado en tirar a puerta pero el final es más evidente que el de Harry Potter, más obvio incluso que la capital de Veracruz. Tan predecible que, aún a sabiendas de estar infringiendo una de las máximas fundamentales del periodismo (esas que regulan hasta a tipos como yo), puedo adelantarme a los hechos sin apenas riesgo de meter la pata. Porque Cruz Azul trasciende la relatividad de los tiempos, las probabilidades matemáticas, la incerteza propia del futbol y hasta la lotería de los penales, si es que hubieron.
No hay una prueba científica que lo avale y tampoco me molestaré en desarrollar un argumento teórico que lo sustente. En un partido de futbol puede pasar todo, y en México aún más. Todo excepto que Cruz Azul se rebele ante su lúgubre destino. Por alguna abstrusa razón jugadores, técnicos y hasta aficionados van y vienen pero el aura alrededor del club permanece inmutable.
Quedar eliminado de la Copa MX es lo mejor que pudo ocurrirle. Ganarle la final al Atlante (¡¡¡al Atlante!!!) tan sólo los habría convertido en el campeón por descarte de un torneúcho que no contó con la participación de los equipos más importantes de futbol mexicano: Santos, Monterrey, Tigres y Tijuana. Ni tampoco con los dos máximos ganadores del balompié nacional: Chivas y Toluca. Ni con el León, por si las dudas. Para acabar pronto, el ganador de la Copa MX Clausura 2013 derrocará del trono a Dorados de Sinaloa. No hace falta decir nada más.
El día en que Cruz Azul levante una copa, cualquiera que ésta sea; habrá perdido el último rastro de su percudida identidad. América es y será el club de los mamilas, Chivas gane o pierda es el equipo del pueblo, Pumas el de los marginados, Atlas por más que de pena desde hace 70 años, estará siempre asociado con la buena práctica del futbol; Tigres tendrá siempre a la mejor afición y así sucesivamente. A Cruz Azul que no es de aquí, ni de allá, sólo su cruelmente divertida tragicomedia lo hace especial: esa que le hace tropezar a cada paso, como Bob Patiño con los rastrillos del suelo. Espero de corazón que La Máquina haya perdido contra el América. De lo contrario estará a punto de perderlo todo.