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Cambio climático

Jamás en mi vida podría comprar un coche blanco. Detesto las paredes blancas. Odio mis dientes blancos. A dios gracias no veo el color de mis huesos, ni de mi semen, ni de esos glóbulos que por ahora protegen a mi organismo de caer en desgracia. Abro la persiana; mediados de marzo y sigue nevando. 

Hago un paréntesis aquí, pues probablemente ignoren que vivo en Nueva Inglaterra desde finales del año pasado. Háganle como quieran, pero a mí no me gobierna otra vez el PRI. Nos vemos en un sexenio si es que espabilan. Les decía que nieva sobre helado en el único lugar en donde se habla de todo excepto de lo más importante: el absurdo jueguito que hace palpitar al resto del mundo que esta nación no comprende ni se esfuerza por entender. Pero cosas de la vida, todo es blanco aquí también: árboles, caminos, praderas… Y mi coche, cómo no, taciturnamente forrado por varias pulgadas de nieve también se ríe en mi jeta.

El United pudo adelantar la primavera pero apenas lo intentó. Sir Alex Ferguson ya está demasiado viejo para rebelarse ante el destino. Cuando el Manchester United enfrenta a Real Madrid o Barcelona pierde en automático toda mística y personalidad. 

Mourinho se echó a los tres equipos en un par de meses. El año pasado su Madrid, esa máquina diseñada para destruir, acabó con el Barcelona del mismísimo Pep Guardiola, hizo pedazos la Liga, resquebrajó el organigrama del club, dividió a sus aficionados y finalmente se hizo añicos a sí mismo. Pero Mou es tan bueno (maléficamente bueno) que todo le sale bien, hasta el complejo arte de la autodestrucción. Y el Madrid salió ileso de la hecatombe.

Hoy, por más que tecleo, hasta la hoja de Word donde escribo mantiene un blanco dictatorial. Con el laberinto que lleva a la décima libre de Chelsea, Barça, City y United, sólo el Bayern puede evitar que siga nevando hasta el 25 de mayo.