Un niño de cuatro años juega en el equipo de los más peques en el Nacional de Montevideo. A 20 metros de la canchita, se erige una heladería estratégicamente ubicada para ser asaltada por la diminuta jauría cada domingo. Al niño le fascina el helado de cajeta tanto como el de vainilla y llora sin consuelo cuando escoger uno significa al mismo tiempo, rechazar el otro. Pero el padre es inflexible: sólo le compra un helado cuando mete el primer gol del partido, o el último. Las anotaciones de relleno le valen madre. Entonces el niño, que es un genio, encuentra la fácil solución que le permite pedir un helado doble por el resto de su infancia: meter mínimo dos goles por juego, el primero y el último. El niño se llama Edinson; con ese nombre que más bien parece accidente caligráfico en el acta de nacimiento, no hace falta especificar el apellido. Nápoles tiene las mejores heladerías del mundo y ahora al uruguayo le sobra dinero para comprarse cuantas bolas le apetecen. La sana costumbre de anotar los goles importantes se le quedó para siempre.
Piensen rápido en el Napoli. Un segundo, dos segundos, tres segundos… ¡ya! ¿Qué pasó por su mente? ¿Cavani, Lavezzi, Hamsik…? ¿Una N blanca sobre circular fondo azul…? Tramposamente no les di cinco segundos porque entonces habrían recordado al Diego, cuando el chiste era destacar que, por vez primera en 30 años Napoli no significa sólo Maradona.
De hecho, ya existía cuando en la última jornada de la 1974-75 un gol del traidor Altafini (Juventus) le arrancó el Scudetto que empezaba a bordarse en el pecho. Contrario a lo que nos relataron los farsantes de nuestros abuelos, el Napoli ya tenía su historia antes de Maradona y sólo le quedaban pendientes las hazañas postmaradonianas. Ahora podemos afirmar que ni con el Diez llegaron tan lejos. No en Champions League.
En lo que va de esta temporada enfrentaron dos veces al Manchester City, al Milan, al Inter y al Bayern; una vez a la Juventus y otra al Chelsea. ¿El saldo de estas 10 terribles batallas? Cinco victorias, cuatro empates y una meritoria derrota (3-2) en Múnich. Exterminadores de gigantes. Un club que vuelve a darle codazos a la realeza cuando apenas en 2005 jugaba en Serie C, estaba en bancarrota y aún así alojaba en sus gradas a 50 mil aficionados por partido. Se fue Maradona y pronto se irá Cavani, pero los tifozzi nunca dejarán de ser su verdadero activo.
No sé ustedes, pero yo no quisiera verlos ni en pintura. Si dios me libre, fuera del Madrid, tampoco me haría gracia toparme al Napoli en cuartos de final. Y si me gustara cualquier otro equipo, luego de evitar a Barcelona y Madrid; en el sorteo cual demonio, le haría la cruz al Napoli.
Que no les digan que sólo el Barcelona incurre en la hazaña de jugar con línea de tres al fondo en estos tiempos. Que no les cuenten que Real Madrid es el adalid del futbol vertical. O que nadie posee una mentalidad desarrollada a los niveles del Bayern. Porque Napoli es todo eso, y un poco más.