Iba a recibir el Balón de Oro. Ganaría otra vez el Pichichi. Se había comprometido a donar un coche por gol anotado, cuatro coches si se trataba del Madrid. Y de pronto, su rodilla hizo crac… adiós a los premios, olvídense de los coches. ¡Qué frágil es el destino!
“Me da pena lo de Etoo”, confesó Guti; “La Liga perdió espectáculo”, lamentó Albelda. ¡Pamplinas! Desde Madrid hasta Valencia se desató la euforia, salpicando júbilo hasta Italia e Inglaterra. La baja del camerunés elevó las probabilidades de éxito de todos los competidores del Barcelona, aunque ni siquiera el cínico de Mourinho se atreva a reconocer su alegría.
Etoo únicamente movió una mano cuando pidió el ingreso del cuerpo médico: mala señal. El doctor le apretó la rodilla y ¡Aaaay!... Algo muy grave tenía que estar pasando para que él, a quien no jugar los 90 minutos le parece una deshonra, no rechistara cuando ordenaron el cambio.
Lesiones como la de Edmilson eran cosas del futbol. La de Motta fue mala suerte. Cuando además cayó Gabri, parecía inexplicable. Después le pasó a Larsson y sonaba a maldición. Luego fue Xavi y ahora Etoo. La cruzada de los ligamentos en contra del Barcelona en los últimos dos años es un fenómeno digno de ser estudiado por Jaime Maussan.
Márquez, Thuram, Messi… Todos los jugadores del Barcelona _hasta Puyol y Ronaldinho_ asumieron las rotaciones, como el método ideal para conservar la forma física, purificar el ambiente del vestidor y disminuir las lesiones. Pero más le valía a Rijkaard no incluir a Etoo en ese jueguito: El delantero se lo dejó bien claro con el berrinche que armó en la Supercopa española.
Ahora, por un entrenador timorato y un jugador caprichoso, el Barça perdió a su mejor delantero: El que cuando las cosas van torcidas, aparece con un gol y manda a todos a las regaderas; el que sofoca a cualquier portero, defensa o incluso compañero en posesión del balón para llevárselo y ponerlo en su lugar: dentro de la portería.
¿Es Etoo el mejor delantero del planeta? Nunca he podido responder a esa pregunta. Hasta ahora que no está, sabremos a ciencia cierta cuánto vale, qué tan bueno es. El futbol, como la vida misma tiene estas cosas. Cinco meses sin él pueden revaluarlo mucho más que sus 30 goles anuales.