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Barak

Bola de idiotas

La sociedad está condenada a confiar en el prójimo. No nos queda otra más que fiarnos de que ningún suicida se pase el semáforo en rojo cuando aceleramos en el cruce de avenidas. A ciegas debemos asumir que los productos que consumimos fueron sometidos a los más estrictos estándares de higiene. Aceptamos también, de mejor o peor gana, que los cuatro poderes (manipuladores y oportunistas por definición) velan por el interés general en contextos de emergencia.

Ocurre que la mayoría de los integrantes de nuestra civilización es o raya en lo imbécil. El totalitarismo mediante monarquías, dictaduras o regímenes comunistas ha resultado una estafa a lo largo de los tiempos; pero que existan peores soluciones no puede ocultar que el sistema que aparentemente rige al 68% del planeta está sobrevaluado. Paradójicamente, la democracia es una dictadura en sí misma, en la medida en que únicamente permite alcanzar el poder a través de los medios que implementa. Y éstos suelen promover la injusticia: al votar tendemos a privilegiar los intereses propios sobre los conjuntos.

La democracia es particularmente peligrosa cuando la mayoría no tiene educación o preparación. Al individuo se le exige capacitación, se le somete a exámenes y se le solicitan licencias para desempeñar casi cualquier tarea. Pero para la segunda más trascendente de todas, la de elegir representantes, no se requiere ningún tipo de formación. 

La tarea primordial que tenemos para preservar nuestra existencia es la de reproducción. Y el gran drama de la humanidad es que cualquier imbécil puede tener hijos. No importa cuan tóxico, ignorante e incapacitado sea: tiene permiso de criar la cantidad de niños que le venga en gana. Mismos que, cuando crezcan, probablemente se hacinarán en sitios públicos en tiempos de prevención y arrasarán con el papel de baño sin siquiera reparar por qué.    

El resultado de tamaña problemática lo tenemos a la vista en el día a día, pero es particularmente desolador en estados de excepción. La mayoría estúpida está bien representada por gobernantes estúpidos que, aún con todas las evidencias al alcance, actúan a destiempo y nos dejan en manos de aquel 0.000001% de seres brillantes a quienes nadie elige, pero cuyos hallazgos e inventos resuelven y relajan nuestra supervivencia.