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Timo

El estadio siempre lleno. Cada partido. El rival es irrelevante, la competición en juego: ¿liga, copa, supercopa, Champions… qué mas da? Poco importa el momento del equipo, si está arriba, abajo o en medio les da igual. Quien quiere a sus hijos los ama y alienta, sin que el éxito en sus vidas sea jamás un condicionante a tomar en cuenta.

Ningún club mete tanta gente por juego. ¿Dijimos ya que su estadio, el segundo más grande de Europa, siempre se llena? No hay equipo que arrastre más gente, partido a partido, fuera de casa. Pero el factor diferencial tiene poco que ver con censos y mucho con lo que en economía quizás llamarían “apoyo interno bruto”: el ambiente antes, durante y después del encuentro; la implicación y respeto en el día a día -la mayoría de ellos días sin partido- por parte de una ciudad entregada en cuerpo y alma a su equipo de futbol.

Si la afición realmente fuera lo más importante, como ordena el manual de declaraciones eufemísticas del futbol, todos los jugadores del mundo se pelearían por jugar en el Borussia Dortmund. Sin embargo, son el dinero, el dinero, el dinero, el dinero y, en menor medida, el entretenimiento familiar que ofrecen las ciudades grandes, los únicos factores que seducen la mudanza del futbolista.

A algunos les mueve también la ilusión de ganar títulos. Esa ambición sí suena bonito. Pero luego te encuentras con casos como el de Timo Werner, donde las circunstancias desnudan crudamente la naturaleza general de los profesionales en el arte de patear pelotas. Aquí un futbolista que decide abandonar al club justo antes del momento más importantes de su historia. Va a ser complicado que RB Leipzig vuelva a estar tan cerca, a dos partidos solo, de jugar una final de Champions League. Y ahora reanudará la interrumpida gesta sin su máximo referente, quien prefirió hacer pretemporada en Inglaterra por esas fechas.

Antes de apurarse a emigrar a Londres, Werner pudo quedarse un par de meses más con su equipo y tratar de aprovechar las circunstancias históricas que podrían llevar al RB Leipzig a ganar la Copa de Europa. Ya no hablamos de amor a los colores, sino de elemental apego a los intereses del equipo que lideras. Pero eso habría implicado sacrificar sus vacaciones y reducir un poquito las primas de su aun millonario nuevo contrato.

El delantero alemán, que en 2018 tuvo tres semanas extra de vacaciones por el ridículo que hizo su selección en Rusia y que tuvo tiempo suficiente para descansar durante el arresto domiciliario voluntario al que nos hemos sometido todos, hizo lo que la gran mayoría: renunciar a la posibilidad de hacer historia.

El futbol, para llevarse a cabo, requiere de dos elementos indispensables: materia prima (balón) y pie de obra (futbolista). Todo lo demás: entrenadores, árbitros, aficionados, competencias, trofeos, televisión… son apenas accesorios que le permiten ser rentable como negocio. Santa Claus y los Reyes Magos tienen tanto sustento como el hambre de títulos y el respeto al aficionado.