Olvidemos sus cinco pichichis, los calambres que lo amedrentaron contra Alemania, o aquel desesperante diálogo de sordos que sostuvo con Mejía Barón frente a Bulgaria. El gran aporte de Hugo Sánchez al futbol mexicano es la definición, y no evoco al impecable acierto de sus remates, sino más bien a la precisión exhibida en el sustantivo. Cangrejos nos dijo. A periodistas y a aficionados. A los de ayer, hoy y siempre.
Ese disparo, más venenoso e inspirado que el de aquella pirueta contra Logroñés iba dirigido a todos aquellos perdedores que no soportaban la idea de ver a un mexicano triunfar. Desdichadamente, el legado balompédico de Hugo no abrió ningún portón y durante 20 años los gigantes europeos se abstuvieron de reclutar a otro centro delantero azteca. Cuando al fin se animó el Manchester llegó la hora de afilar tenazas.
Tronco, suertudo, cazagoles… Chicharito no es más que un vil producto impuesto por la mercadotecnia, según millones de detractores. Es cierto que Hernández no es preciso en el pase, que le cuesta un mundo la conducción, que lejos del área se siente como vampiro arrojado al sol de medio día. Todos sabemos que es incapaz de driblar a un guyanés. ¿Y?
Veamos. ¿Qué hace de Iker Casillas el mejor del mundo? Tiene mal manejo del área, jamás intercepta un centro por arriba y nunca supo despejar. Sin duda no es el portero más completo, pero la mayoría pensamos que es el mejor. ¿Por qué? Por sus asombrosos reflejos. Atributo inequívoco que comparten guardameta del Real Madrid y atacante del Manchester United. ¿Por qué lo que consideramos la virtud máxima de un arquero se vuelve churro cuando la extrapolamos a un artillero? A fin de cuentas portero y delantero viven de lo mismo: estar en el momento justo, en el sitio adecuado.
Lo de Chicharito es reflejo puro: en desmarque, aceleración, definición mano a mano. Tenacidad e instinto. Porque si mides menos de seis pies y está en tus planes ganarte la vida en Inglaterra, más te vale arreglártelas para rematar solito en el área chica las más de las veces. Es en ese pequeño rectángulo, y no en el de 115 x 68 en donde le pagan a Hernández por ser el mejor. Y a su manera lo es, aunque a tantos cangrejos se los cargue la corriente.