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El desafío de Chivas

Tres buenos resultados a partir de la jornada 15, tres sólidas actuaciones en casa a la hora de la Liguilla y zaz: eres campeón de la Liga MX. Cualquiera lo hace: hasta el Atlante. Cuenta la leyenda que también Cruz Azul lo consiguió en su día. 

Pero descender en cambio… descender es otro boleto. Eso sí que tiene mérito. Demanda demasiada constancia. Ser metódico en la cosecha de malos resultados, algo muy difícil de conseguir dada la milenaria irregularidad que consume a la liga mexicana. 

Mientras el resto del mundo consagra a un campeón y tres descendidos por año; en la Liga MX se maquilan dos campeones y un sólo descenso que ni siquiera está garantizado, pues en más de una ocasión el último de la tabla rechazó el honor de descender y se quedó en primera. 

Hace falta ser demasiado malo. No sólo durante un torneo. No a lo largo de una temporada entera. Sólo quien es capaz de ligar seis torneos nefastos se lleva el gordo e ingresa al selecto grupo de equipos, apenas 14, que integran la Liga de Ascenso. 

Encima de todo, hay rivales muy incompetentes que temporada tras temporada se disputan la exclusión. Descender significa hacerlo peor que Atlas, Puebla o Veracruz… ¿así o más complicado? A Tecos por ejemplo, le llevó casi 20 años lograrlo. Era algo así como el Cruz Azul de la zona baja, el ya merito: siempre penúltimo en la tabla de porcentaje; término que ha dejado calvo de desesperación a más de un egresado de secundaria, pues en realidad el sagaz cálculo que determina al desterrado es un promedio de puntos conseguidos por partido.    

Aclaremos que la situación es menos compleja para el recién ascendido. Este año UdeG están en clara ventaja, pues un par de torneos malos a secas, aún sin necesidad de ser el que menos puntos sume, lo lanza de regreso a jugar con la chusma. 

Para quedar último en la tabla del descenso con un colchón matemático de tres temporadas es menester un nivel de competencia que roce el nulo, carencia de amor propio e incluso una pequeña dosis de mala suerte. En resumen: ser un perfecto inútil es requisito obligatorio. No es un reto fácil, pero Chivas ha demostrado que tiene con qué.