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El nuevo

El tribunal de la Santa Inquisición se encuentra en receso. Las cenizas de Miguel Herrera reposan en la hoguera mientras directivos, medios y aficionados esperamos a que pase el siguiente desgraciado. La película -si bien cortometraje es el término más adecuado- la hemos presenciado demasiadas veces como para evitar memorizarla. El pobre diablo llegará radiante, convencido y sonriente; se irá viejo, desgastado y profundamente aborrecido.

Su éxito tendrá que ser inmediato, que para eso tendrá a su disposición a cracks del calibre de Maza Rodríguez, Diego Reyes o Paul Aguilar. ¡Huy de él si la selección pierde el boleto a la Confederaciones ante Estados Unidos! ¡Cuidadito y no le meta por lo menos siete a Belice en el primer partido rumbo a Rusia!

Si el nuevo entrenador consigue empezar su viacrucis con el pie diestro, los inquisidores tendremos decenas de ocasiones más para promover el máximo castigo: si sufrimos como siempre en el hexagonal exigiremos su destitución, si no trascendemos en la Copa América del año entrante, o no ganamos la Copa Oro que vuelve en dos años, o si Alemania nos aplasta en la Confederaciones, lo reventaremos a mansalva. Y aún si el tipo se las ingenia para no consumirse ante cada vicisitud que le ponga la vida, la condena por no llegar al quinto partido del Mundial será demandarle su renuncia con efectos inmediatos.

Así hemos devorado hasta a 15 seleccionadores en los últimos 20 años: todos incompetentes, ni siquiera uno capacitado para hacernos apostar a largo plazo por su proyecto.

Para su suerte Bielsa está re loco pero no tanto, Caixinha y Matosas ya pasaron de moda, Tuca antes sería barrendero, Vucetich está quemado, La Volpe señalado, Sampaoli desinteresado, Lapuente avejentado, Aguirre difamado, Hugo evidenciado, Boy descartado, Mohamed ignorado y el Profe Venus olvidado. Todos saben bien de la que se han librado.

Existen apenas dos perfiles de entrenador ideal: un súper héroe de otro planeta o un técnico capaz de coordinar los compromisos comerciales de la selección con el trabajo táctico del día a día, que sea paciente con los directivos, tolerante con los medios y logre sacar lo mejor de un puñado de futbolistas tan mediocres como endiosados; amén de introducir un sistema de juego que gane, agrade y nos conduzca como mínimo a cuartos de final de la próxima Copa del Mundo. Voltear al cielo y encontrar volando al primero parece mucho más factible que hallar al segundo.