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El recuento de los daños

Relanzamiento de la marca Chivas, un estadio nuevo que entregó años después de lo prometido y breve esplendor en las fuerzas básicas del club. Cinco párrafos y medio me quedarían sin llenar si tuviera que repasar el legado de Jorge Vergara: el hombre cuya terquedad e incompetencia mantuvieron al Guadalajara, salvo muy breves lapsos de bonanza, hundido bajo tierra mojada.

En 2002 Vergara «rescató» al Guadalajara para convertirlo -en 10 años- en el mejor equipo del mundo. Diecisiete años después de aquel primero de mil disparates, Chivas continúa ganando una miserable liga por década. 17 años atrás estaba en puestos de descenso… y de ahí no sale desde hace un lustro. A inicios de siglo los dueños del América transmitían sus partidos… siguen haciéndolo. El fracaso de su fórmula traspasó fronteras: Chivas China, Chivas USA y Saprissa dan sobrada fe de ello. 

En cuanto a su aportación en FMF, lejos de ofrecer un contrapeso a la histórica sumisión de los dueños ante Televisa y TV Azteca, el dueño de Chivas fue un patán más en la mesa: aval principal de la absurda designación de Sven Goran Eriksson como entrenador del Tri, sus inoportunas y poco razonadas declaraciones condicionaron permanentemente la estabilidad de una selección que no paró de cambiar técnicos a lo largo de dos procesos mundialistas. 

Su vinculación amorosa y posterior divorcio se llevaron entre las patas a un equipo que aún sufre los daños causados por una señora de nombre Angélica Fuentes, a quien torpemente Vergara ofreció todas las llaves del club: misma desconsideración que ahora tiene con un hijo al que nunca se preocupó por capacitar.  

Por lo demás y a vuelapluma, su administración fue responsable de: el asqueroso fraude llamado Chivas TV, cerca de 30 entrenadores despedidos (cuando por fin encontró al técnico ideal en Almeyda, optó por dejarlo morir solo) y alrededor de 20 directores generales (justo al único que nunca despidió, ni siquiera tras sus comentarios antisemitas, fue al tóxico y aberrante Higuera).

La mayor virtud de sus 17 años al frente de Chivas fue saber contar siempre con la bendición de los líderes de opinión más populares y beligerantes del país: con José Ramón y Faitelson en el bolsillo, la crítica del resto del mundo siempre tuvo menos peso.