Hace tiempo no se veía en el futbol mexicano un caso de violencia como éste, confesó Enrique Bonilla en conferencia de prensa. «Habrá que reforzar medidas», advirtió. «No se descartan medidas extremas, como impedir el acceso a los estadios a los grupos conflictivos. El tema se abordará en la próxima junta de trabajo del comité de operaciones del máximo circuito», prometió el directivo.
«Desde que Querétaro estaba en la desaparecida primera A, su barra tuvo severos problemas, estuvo vetada y no podía viajar a otros estadios. A pesar de ello, sigue teniendo una actitud agresiva», lamentó Bonilla.
«Estamos tristes por el accionar de estos grupos que están en contra del futbol, no creo que merezcan ser tomados en cuenta. En México el fútbol es familiar y buscaremos que siga siendo así», declaró. «Estos pseudoaficionados tienen que recapacitar y entender que por ahí no es el camino», finalizó Bonilla 10 años antes de los tiempos del fuchi, guácala… piensen en sus mamacitas.
Sí. Las declaraciones del entonces director de la FMF y hoy presidente de la Liga MX corresponden al 29 de marzo de 2010, cuando dijo que la Federación «está triste por los sucesos de violencia» y amenazó a «estos grupos de vándalos que, si quieren seguir provocando desmanes, encontrarán una respuesta más seria de los clubes».
El chiste se cuenta solo, es muy malo y todavía más triste. La hoy llamada Liga MX es un proyecto fallido dentro de los límites demográficos de un estado fallido. Los unos se cruzan de brazos, los otros optan mejor por arrodillarse. Esos capturan y luego liberan; aquellos ni pierden el tiempo en detener a los maleantes.
Nunca como este fin de semana la podredumbre de nuestro futbol reflejó de modo más fiel el dolor que no deja de infligirnos nuestro país.