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Florenstein

“Si jugáramos como el Bayer nadie iría al campo”. Las nueve palabras, no subestiman únicamente a uno de los muchos equipos que le han pintado la cara al Real Madrid en los últimos meses; además desmeritan la historia del propio club que ahora preside Florentino Pérez.

Tan desmedidas han sido las adulaciones de su entorno, que el empresario ha olvidado que el Madrid ya era el Madrid mucho antes de su llegada al palco presidencial del Bernabeu. Tan omnipotente que hasta con uno de los peores mandatarios de su historia, consiguió alzar dos Copas de Europa. Y con Karembeu o Iván Campo, jugadores por demás impuros, vestidos de blanco.

Pero según el moderno Dr. Frankenstein, la gente no descubrió el estadio madridista como fuente de diversión y esparcimiento hasta que él bajó del cielo para construir un equipo perfecto y obviar las leyes de la naturaleza con los ojos de Figo, los pies de Ronaldo, el cerebro de Zidane y hasta el aparato reproductor de Beckham.

Y con ellos, perder dos Ligas. Y tres Champions. Y cuatro Copas del Rey.

Por cada jugador que Florentino encuentra en su viaje anual a las galaxias, ha llegado al banquillo un nuevo entrenador (ya van cuatro), para vérselas con un insoportable vestuario, cohabitado por jugadores que lo han ganado todo, sin más hambre que de dinero, y por canteranos temerosos, víctimas del descuido que sufren los jugadores de casa.

Vender camisetas en oriente al mismo ritmo que cosechar antimadridistas en occidente _donde ya habían bastantes_ es la premisa de un ídolo votado por el 95% de los socios. Ahora van al campo aunque sea para abuchear a su equipo. Deberían pitarse a sí mismos por permitir que el Real Madrid sea el lamentable monstruo en el que lo han convertido.