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Ganar y perder

 “This is a fucking disgrace”, denunció a la cámara un iracundo Didier Drogba tras el escándalo de Stamford Bridge. Igual que Eto’o, si algo lo caracteriza como africano es el rencor. Ojo, así como hay envidia de la buena, hablo de un rencor bien entendido. Durante tres años se preparó para este momento y se lo ganó más que nadie, aunque Cech y Ramires también hicieran los suyo. Como Don Quijote, él solito se enfrentó a los temibles molinos. Y a diferencia del noble hidalgo, Drogba ganó. 

No se encontrarán en Múnich, como todo mundo presagiaba. Pero en agosto, con el permiso del Athletic, se avecina una nueva Supercopa a ida y vuelta entre Real Madrid y Barcelona. ¿Será cierto que llegará el día en que aburran más que la hora nacional? En cualquier caso, ahora estará por verse si la pócima del Chelsea al fin está en propiedad del Madrid. Yo, amparado en las estadísticas, sigo pensando que para derrotar al Barça, el Madrid requiere de 7 u 8 clásicos.

Y es que estamos ante el mismo Madrid. Igual de estupendo que siempre, pero también igual de poca cosa ante la mejor versión del Barcelona. O del Bayern. La diferencia es que con lo mismo le alcanza para lo que antes no. Ha aprovechado y colaborado en la saturación de un equipo agotado, tras hilvanar demasiadas temporadas sometido a máxima tensión psicológica y a extremo desgaste físico. 

Esto es el Barça, señores. Quienes por juventud o desconocimiento lo ignoren, historias como las de esta semana han sido y serán la esencia de este club. Se han vivido tres años excepcionales, y como el nombre lo indica no han sido sino una excepción. Para ganar está el Madrid, y lo del Barça es quedarse cerca. ¿Qué son 72 horas ruines comparadas con cinco años enteros  purgando penas?

La diferencia más importante entre Barcelona y Real Madrid (además de los títulos) es que cuando el Barcelona pierde, le quedan muchos consuelos: la cantera, su estilo irrenunciable, la bandera.. El Barça gana incluso en la derrota. En cambio, tal es su obsesión por el triunfo, tan demencial su vorágine consumista, que cuando el Madrid pierde, no le queda nada.