Me informaron en 1994 que México no tenía oportunidad en aquel grupo con tres europeos. Nuestros comentaristas, con complejo de conquistados, veían al dios del trueno y del martillo donde apenas había una escuálida selección noruega; confundían un puñado de chimuelos irlandeses con perversos duendes y nos pintaban a Italia con una devoción jamás vista en los trazos de Da Vinci o Miguel Ángel. Y me dejé engañar.
Cuatro años después «trabajaba» en TV Azteca. Tenía 16 años e iba a la oficina cada fin de semana a sacarme los mocos. Nunca encontré a mis padres en pleno acto, así que tuve que hacerme adulto a la mala: en el instante en que México sorprendió a Holanda y yo fui el único que lo celebró en la oficina. Caras largas, mala vibra, noticias desde París de que José Ramón destrozaba todo… y yo no entendía nada.
Lo hice en 2002, cuando ya con más pelos en la cara que en las manos, dimensioné que los éxitos de la selección de Televisa no nos favorecían. Si invertimos tantos años en reventar a la selección, no convenía ser contradichos en el Mundial. Por lo tanto lamenté el gol de Donovan, pero considerablemente menos que el mexicano promedio.
Si en 1994 hubiese tenido el infortunio de ver al Barak de 2006 me habría dado asco. Ahí saltaba yo en el estadio de Leipzig, celebrando a todo pulmón el gol de Maxi. ¿Por qué? Ahora resultaba que la selección también era de TV Azteca. Teníamos que pintarnos la cara y vitorearlos a sol y sombra. Descubrí que durante todo ese tiempo no habíamos ejercido un contrapeso de credibilidad con el fin de proteger al aficionado de ser idiotizado por «los porristas con micrófono», no. Canjeamos nuestras supuestas convicciones por un cacho del pastel. Los derechos de transmisión era todo lo que buscábamos.
Ganarle a Francia en 2010 y empatar contra el anfitrión Brasil en 2014 no aleccionaron a los herederos del micrófono de 1994: aquellos que primero inflan al adversario, producto de su desinformación y luego demeritan el triunfo tras darse cuenta de última hora que el rival no era para tanto. El 49% de mis colegas cree que México puede ganar el Mundial y el 50% piensa que lo de Alemania fue milagro. El resto entiende que quienes critican sistemáticamente ejercen un periodismo igual de pobre al de los porristas con micrófono… y derechos de transmisión.