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La última cena del zopilote

Joseph Haydn fue un compositor del siglo XVIII, maestro de Ludwig van Beethoven y mentor de Wolfgang Amadeus Mozart. Haydn sin embargo, era malo para las matemáticas. Quizá por ello, cuando Mozart murió, calculó con tanto desatino que la posteridad no vería a nadie como él en cien años. Pasaron 200 años en realidad, pero Mozart volvió a lo grande, reencarnado en futbolista. Respondía al nombre de Matthias Sindelar y era la gran figura del Wunderteam, un equipo de ensueño que habría escenificado el duelo del siglo contra la bicampeona olímpica Uruguay, si tan solo se hubiera enterado de una competencia a la que llamaron Mundial.

Si Austria fue la gran ausente de Uruguay 30, en 1934 Italia no contó con la presencia del campeón del mundo por una causa de fuerza mayor: el despecho charrúa hacia todos aquellos europeos que antes despreciaron su fiesta. El resentimiento cruzó el Río de la Plata y se trasladó hasta Argentina, que se negó a participar en Francia 38, indignada de que Europa organizara dos Mundiales seguidos.

En 1950 Alemania traía a cuestas una sanción más severa que la de Enrique Triverio, que le privó de competir en la Copa del Mundo. En tanto, AFA y CBF se rasgaron las medias hasta el extremo de que Argentina boicoteó el Mundial brasileño.

Franco Gemma eliminó a España en 1954. No era jugador, árbitro, técnico ni directivo. Tan sólo un niño italiano de 10 años. En esos tiempos a ningún genio se le había caído aún la idea de irse a tiros penales y, tras jugar tres partidos clasificatorios contra Turquía, el desempate fue sorteado. Víctima de que hace 60 años no existían bolitas calientes, el pequeño sacó el papelito turco.

En 1958 Italia fue eliminada por Irlanda del Norte y se convirtió en el primer gran equipo de la historia del futbol en quedarse fuera del Mundial por causas deportivas. Argentina en 1970, Inglaterra en 1974 y 1978, Holanda en 1982 y 1986, Francia en 1990 y 1994 continuaron con tan emocionante tradición que se extinguió con los habituales ridículos de Inglaterra y Holanda en 1994 y 2002, respectivamente. 

Al ampliar a 48 invitados, FIFA hirió de muerte las eliminatorias mundialistas. Esas que aún alimentan de morbo a nuestros pérfidos corazones, deseosos de ver al gigante -hoy holandés y preferiblemente argentino- caer en desgracia.