Gol del tal Riise. La derrota en casa ante el Liverpool terminó por exhibir las miserias del Barcelona. Las preguntas que hasta entonces todo culé murmuraba, tornaban en aullidos histéricos: ¿Qué le pasa al Barça? ¿Por qué no juega como antes? ¿Por qué pierde todos los partidos importantes?
Cada quien eligió su respuesta: Es que Ronaldinho está panzón. Es que Rijkaard no tiene variantes. Es que el vestuario está roto. Pero en realidad Ronaldinho no entrenaba menos que el año pasado, Rijkaard siempre ha sido igual de incompetente, y la grilla es tan universal que ni el campeón de Europa está a salvo de ella.
La encrucijada que explicara todos los males del FC Barcelona era mucho más sencilla de descifrar: faltaba Samuel Etoo.
Porque el camerunés no se limita a meter goles. Su sola presencia, el aliento constante en la oreja provoca un pánico en el rival que deriva en autogol, o en imprecisiones defensivas que acaban en goles, aunque él no los anote.
Con Etoo no sólo vuelve Etoo, que ya es bastante. También regresa el Ronaldinho rápido, mágico, descarado; y no el intermitente jugador que nada más marca de penalti o de tiro libre. Con el peso del equipo repartido entre cuatro piernas, el brasileño mete menos goles, pero brilla mucho más.
Aunque ahora es demasiado tarde para que Etoo o el Chapulín Colorado rescaten al Barcelona de sus inminentes eliminaciones en Champions y en Copa del Rey, Samuel regresa a tiempo para ganar la Liga sin mayor problema.
En adelante, el Barcelona tendrá que arreglárselas para que la era no llegue a su fin. Lo primero será mantener a Ronaldinho y a Etoo, porque está visto que son muy poco el uno sin el otro. Lo segundo, y más duro, será renovarse en todas las líneas: darle las gracias a los Márquez, Deco, Giuly… y venderlos a buen precio antes de que se devalúen. De lo contrario, todo quedará en tres ligas seguidas y una Copa de Europa. Casi como el Dream Team. Casi.