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1999

Nos enseñó que los milagros sí existen. Gracias a este club lo de “la esperanza muere al último” y el “sí se puede” dejaron de ser psicología barata. Su victoria sobre el Bayern en tiempo de compensación, redimensionó nuestra forma de entender el futbol.

A partir de aquel partido, en todo el planeta aprendimos a mantener la fe en nuestro equipo hasta el último suspiro, sin importar los muchos goles que falten por meter, ni el nulo tiempo que reste para anotarlos. Ante la adversidad y la desesperación siempre surge una voz interior al minuto 90: “Acuérdate del Manchester”.

Desde entonces, ganó tres ligas y una copa, pero poco a poco dejó de ser el equipo de moda. Los japoneses compraron la camiseta del Real Madrid y dejaron en el clóset la roja, Ronaldinho prefirió fichar por el Barcelona antes que por los Diablos Rojos, y en base a libras esterlinas el Chelsea pintó de azul la Premier League.

Despojado de los honores al club más globalizado, al más poderoso y al más rico, el ManU cayó en las garras de un gringo que nunca en su vida fue a un partido de ‘soccer’. Luego de dos años sin títulos todos esperaban una revolución, pero Glazer vendió a Van Nistelrooy y tan sólo trajo a Carrick.

Así, con el plantel de los últimos fracasos, el Manchester United tenía que hacerle frente al subcampeón de Europa Arsenal y a sus jóvenes maravilla, y al omnipotente Chelsea, recargado con Cole, Ballack y Shevchenko. El panorama no podía lucir más desolador.

Quién sabe cómo, pero el equipo que el año pasado quedó último de grupo, sin siquiera derecho a Copa UEFA, ahora está en cuartos de la Champions; el mismo que se quedó en octavos de la FA Cup pasada, este año ya está en semifinales; el que vio con binoculares cómo el Chelsea se llevaba la Premier, hoy es líder inapelable. El club que parecía en debacle amaga con repetir el trébol de 1999.

Las cosas han cambiado bien poco desde entonces. Van der Sar heredó los sagrados guantes de Schmeichel, Ferdinand es el nuevo Stam, ahora el guapo del equipo se llama Cristiano Ronaldo en vez de Beckham, y el borracho es Rooney en lugar de Yorke.

Pero Neville ocupa el mismo casillero de siempre, Scholes sigue igual de pelirrojo, Giggs aún galopa por la banda izquierda cual Forrest Gump y Solskjaer mantiene intacto su rostro puberto. En Old Trafford no pasan los años.

Y ahí sigue Sir Alex Ferguson. Como hace 21 temporadas. Una sola final de Champions en tanto tiempo es un balance paupérrimo para un equipo de época. Pero él, algo así como el Tuca del primer mundo, nos dejó algo que ni cinco Copas de Europa habrían logrado.

Ocho años después seguimos acordándonos del Manchester cada vez que nos faltan dos goles en tiempo de compensación. Nunca los conseguimos, pero toda la vida seguiremos aferrados al recuerdo: el primer legado del United. Atenas espera ansioso el segundo.