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La vida de Aguirre en dos minutos

Era un pobre diablo. Había dejado el colegio, el pelo le llegaba hasta la cintura y no paraba de fumar cuando un conocido lo invitó a probarse en el América.

Hace 30 años se cortó un cabello que gradualmente se tornó cano y que ahora, luego de tres temporadas en España, es blanco por completo.

Silvia aún duerme y él se levanta descalzo y de puntitas para persuadir a Iñaki, que hoy tampoco quiere ir a la escuela. Guiado por el ruido se dirige a la cocina donde Mikel desayuna, otra vez con la camiseta de Puñal puesta. Fue lo primero que pidió a su papá cuando se enteró del apellido del 10 osasunista.

No son buenos tiempos. Su equipo lleva todo el año sin ganar, es el más goleado, no anota hace cuatro partidos y no está en puestos de descenso sólo porque Numancia, Mallorca y Albacete se han esmerado en ponérselo fácil.

Nunca falla: Basta que se rumore de un precontrato firmado con el Atlético y ¡zaz!… su equipo pierde un partido que ganaba 3-0 a treinta minutos del final. Apenas se le ubica en la órbita del Valencia, y ¡chin!… sufre un escandaloso 1-6 en casa. Suena para el Deportivo y ¡pácatelas!… rompe el récord histórico de partidos sin ganar.

Con esta hoja de servicios a cualquier otro entrenador ya le hubieran echado. Pero no a Javier: El Vasco se va, nunca lo corren.

Osasuna es un equipo que por historia y presupuesto pertenece a la segunda división, y sin recapacitarlo, firmaría año con año finalizar en el puesto 17. Aguirre se ha ganado a pulso la confianza ciega de su directiva, el problema es que está siendo incapaz de superar su propio listón… O no.

Y es que a pesar de los pesares, la gesta no está sino a la vuelta de la esquina. Tres partidos, dos rivales y este Osasuna, el mismo que defiende peor que el Ángeles de Puebla y que no anota ni al arco iris, podría escribir la hazaña más importante de su historia: ganar la Copa del Rey.

Que Márquez sea insustituible en el Barcelona campeón de Liga es sin duda motivo de orgullo; pero si Aguirre alzase la Copa, si lo lograra, entonces sólo estaría a la altura de los pichichis de Hugo Sánchez en el raquítico archivo épico del futbol mexicano.