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Liga de dos pesos

Con León y Pachuca en semifinales y Tecos en la final de ascenso, ahora sí por mucho que nos enfade, todo México es territorio Telcel. Multimamadas aparte, cualquier liga que aspire a tener una pizca de credibilidad ha de premiar al mejor equipo y castigar al peor. Como sabemos, en la Liga MX no ocurre ni lo uno ni lo otro. 

No es que pese una maldición sobre el líder general. Es sencillamente que la fase regular es una farsa. No más que una larga pretemporada previa a lo único que cuenta. Ningún equipo ha sido líder general de manera consecutiva desde el América de los 80. Y eso ocurre por la sencilla causa de que ser líder no sirve para ni madre. El Clausura 2014 es el campeonato número 36 desde que se instauraron los estúpidos torneos cortos. De las eliminatorias que han enfrentado al mediocre líder contra el mediocre octavo, 18 veces el líder avanzó a semifinales y 18 quedó fuera de la liguilla a primeras de cambio. Y eso que además de tener la ventaja de cerrar en casa, durante muchos años el empate global les hacía ganadores.

De modo que en México puede salir campeón cualquiera, además se reparten dos ligas por año. Es relativamente fácil para todo equipo que no se llame Cruz Azul. Descender en cambio, eso sí que está cañón. Sólo se consuma un descenso por cada año bisiesto (Atlante, Puebla y Querétaro se hicieron güeyes cuando les dio flojera jugar en Primera A). Para ser campeón basta hacer un buen torneo, o más bien las últimas tres semanas. Para descender en cambio, se requieren tres años, seis torneos de patética regularidad. Lo más difícil que hay en el futbol mexicano es consumar el descenso. Hablo en serio. Desde 2007 han salido campeones 10 equipos (más de la mitad de los concursantes): Pachuca, Atlante, Santos, Toluca, Pumas, Monterrey, Tigres, Tijuana, León y hasta el América. En cambio, desde entonces sólo han descendido cuatro equipos: Tecos, Necaxa, Indios y Veracruz. Este último, por cierto, acabó comprando un ascenso que nunca pudo ganarse en la cancha. 

Así las cosas, háblenme todo lo que quieran de la toalla de La Volpe, de las uñas de Palencia o de los calzones de la señora presidenta. Pero seamos serios: no me cuenten que las Chivas podrían descender, por más que se esmeren en conseguirlo.