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Medianos, muy medianos

Los equipos grandes siempre compran a los mejores jugadores, intimidan a los árbitros, rarísima vez pierden en casa, despliegan un estilo de juego avalado por su historia. En México no hay de esos. 

América y Chivas se empeñan en mostrarnos su medianía en cada decisión tomada por sus dueños, pero nadie hace caso. Seguimos exigiéndoles proyectos, seriedad y títulos cuando está visto que no dan para más.

Cuando Madrid y Barcelona ya dominaban el panorama español, Peñarol y Nacional mandaban en Uruguay, Juventus e Inter en Italia, y así en todos lados; nuestros grandes se llamaban España y Asturias. ¿Qué pasó? Pues eso. Que se llamaban. Cuando el resto del mundo había proclamado a sus equipos grandes, aquí empezábamos de cero.

Si hoy América y Guadalajara son llamados así es sólo por su nivel de convocatoria… y eso que ninguno puede llenar ni la tercera parte de su estadio. Sálvese alguna década gloriosa perdida en el tiempo, no los respalda su pasado, y muchísimo menos su presente.

Repróchenme lo que les dé la gana: el hecho es que mientras en todas las ligas menos la francesa, los dos o tres equipos grandes suman entre 20 y 40 campeonatos; los nuestros no llegan ni a la docena. Cuando en el futbol civilizado los clubes no se conforman con salir campeones, sino que ejercen para alcanzar como mínimo el bicampeonato, aquí volver al éxtasis seis meses después resulta una utopía.

América y Chivas son equipos populares, no grandes. Ningún equipo grande de verdad se permite ganar dos títulos y perder 38. Los equipos grandes no usan técnicos, mucho menos presidentes desechables.  No ponen a dirigir al primero que pase por ahí nomás porque hace 30 años fue capitán del club. Niegan la presidencia a cirujanos y directores de ventas. Y sobre todo justifican su tamaño: pueden perder, caer en crisis e incluso descender… pero nunca se pierden por décadas entre la medianía del montón.