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Menos que un club

El Barça no perdió sus súper poderes de un día al otro como Cenicienta en punto de las 12. Desde que se fue Josep Guardiola hace dos años, el equipo ha extraviado una cosita en cada partido hasta convertirse en lo que es ahora. Primero perdió el perfeccionismo, luego prescindió de la quinta velocidad, al cabo de unos meses perdió el compromiso hasta llegar al día de hoy en el que ya empeñó hasta la vergüenza. 

Los intentos de Florentino Pérez durante el último lustro (Kaká, Cristiano Ronaldo, Mourinho, guerras sucias, acusaciones filtradas, etc…) fueron una pérdida de hígado, dinero y tiempo. La única fórmula de desestabilizar al Barça era aguardar pacientemente a su autodestrucción. Y si un club ha hecho históricamente un arte de hacerse daño a sí mismo ese es el FC Barcelona. Absolutamente nada es para siempre… y mucho menos en manos blaugranas.

Venderle alma y camiseta al régimen autoritario de Catar, tratar de ser el Real Madrid comprando a Neymar, sentirse por encima de las regulaciones de FIFA… El Barça ya lo ganaba todo sin necesidad de manchar con publicidad su camiseta, ni de salir al mercado desesperado por comprar al precio que fuese a un futbolista último modelo. El Barcelona ganaba por las buenas antes de la llegada de Sandro Rosell, y ahora que lleva rato tratando de mantenerse en el trono por las vías menos ortodoxas, su fracaso es incontestable. 

El problema no es perder tres partidos. Esos los pierde cualquier equipo. El daño real que han causado Sandro Rosell y su junta de bandidos se extiende al futuro del club, hipotecado por sus desastrosas decisiones y a un pasado que ha quedado manchado para siempre en cuestiones de imagen. 

Era cuestión de tiempo. El cáncer que se ha venido incubando a nivel institucional forzosamente extendería su metástasis hasta el corazón de la cancha. Las grandes victorias, cada vez más esporádicas que consigue el Barça sólo han logrado camuflar la realidad de un equipo en decadencia. Ganar la liga o la Copa del Rey habría significado volver a esconder la basura debajo de la alfombra. Y ya no cabe más.