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Fútbol internacional Messi

Ni Cenizas Quedan

Es el amor de su vida y siempre lo será. Los presentó su padre en un hotel del extranjero a la edad de las primeras masturbaciones. Fue un matrimonio arreglado, como casi todos los de su clase. El chico sedujo inmediatamente a Barcelona. Los testigos más románticos dicen que fue amor a primera vista, si bien nadie podía imaginar que ese tímido pequeñín se convertiría en el hombre de sus sueños.

¿Quién vislumbraría que esa famosa acta matrimonial, firmada en una servilleta, sería la primera página de una multipremiada serie de novelas románticas? Como tantos otros, Lionel encontró el amor en el camino, en los detalles del día a día y, sobre todo, en los éxitos compartidos. Así como de la convivencia rutinaria nació el cariño, la curiosidad adolescente se transformó en deseo incontrolable. A Messi y Barcelona les unió esa pasión que se desborda en los años de máxima fertilidad. 

Potencia, sensibilidad, puntería. Los bien difundidos atributos de Messi en la cama le galardonaron durante más de una década como el galán más pretendido del mundo. Él no tenía motivo alguno para ser infiel. Nadie era más sexy que Barcelona. Se le envidiaba a la buena y a la mala. Su alegría, belleza, clase y estilo marcaban tendencia y, por si fuera poco, tenía a Leo de marido.

Pero nada es para siempre. Barcelona no aguantó el ritmo de su hombre. Se descuidó. Para reemplazar a la belleza natural que había puesto al mundo a sus pies, se gastó cientos de millones en silicón brasileño y botox francés. La inversión fue un desastre y encima le dejó en la quiebra. Presa de histeria y depresión, la pareja cayó en el desgarrador vicio de hacer continuamente el ridículo en público.

Messi ya barbón y responsable padre de familia se empecinó en rescatar la relación, sobre todo para que no lloraran los niños, pero sus esfuerzos fueron en vano. Gradualmente fue perdiendo fuerza, ganas y fe; hasta que mandó vía burofax la solicitud de divorcio. Para su sorpresa, le fue denegada. 

Desde entonces viven juntos, pero duermen en camas separadas. El Leo de hoy en día tiene la mirada baja, no sonríe y cuando lo hace es por mera amabilidad. Está frustrado y es natural. Tras 20 años, a su media naranja ya no le queda jugo, ni dulzura, ni vitamina. Él es un Sugar Daddy que, con la acaudalada pareja adecuada, aún es capaz de poner al mundo en llamas, antes de recurrir a las píldoras azules que preceden al retiro.

Al forzar a rajatabla el convenio de su relación marital, se infligieron un recíproco e innecesario daño que no parará hasta junio. Es cierto que, para Barcelona; Messi es el amor de su vida. Y que, para Messi; Barcelona siempre será el suyo. Pero no fueron el primer amor el uno del otro. Ni serán el último.