Nunca en la historia del deporte se diseñó máquina tan perfecta. Cuando más rápida e intrépida era la nave, mayor era la seguridad de quienes iban abordo. Y millones de pulgas se subieron al perro ganador. Se acabó entonces el eterno debate entre diseño y desempeño: el Barcelona modelo 2009 adoctrinó que no se puede perder si se juega bien. Realmente bien. Porque aún las raras veces que perdió, en el balance final su idea y razón de ser se impusieron siempre. Hasta que… ¡crash!
Difícil resulta explicar los motivos del percance. Víctor y Pinto nunca fueron los mejores frenos. Más o menos todos coinciden en que si algo urgía era un cambio de balatas, mismo que se llevará a cabo la próxima temporada. Sin embargo, el sistema que falló esta vez no fue el ABS.
Si bien los dos mil millones de caballos de fuerza encarnados en Puyol están ya más lánguidos que Rocinante, el análisis de la descompostura tampoco pasa por ahí. Al coche no lo falta nada de lo que tuvo siempre: el motor Xavi está impecable, igual que Iniesta como caja de velocidades. Pedro tiene a tope la gasolina, exhibiendo el mismo desgaste físico partido a partido. Y Messi el piloto automático, está fuera de debate, salvo cuando no encuentra las putas llaves que todo lo abren y entonces no hay dios que prenda el carro.
Seguro que la culpa no es de Busquets, volante y ruedas de primera. Ni tampoco de Piqué (ese destartalado equipo de sonido que nomás se la pasa tocando a Shakira). Las refacciones siempre hacen su chamba aunque sean intercambiables (Etoo, Ibra, Villa…). Song es el tacómetro porque está ahí aunque nadie sepa para que sirve, pero no es culpa suya: como tampoco podemos señalar a Cesc ni a Alexis, caros accesorios sin los que está máquina ya funcionó de las mil maravillas.
El único que falta es aquel que ocupaba sus días en apretar los birlos y cambiar el aceite. Dejó la máquina tan bien cuidada que aún tardó seis meses en dar lata. La póliza del seguro era renovable cada año, pero no cubriría al club hasta la eternidad. Resulta que el Barcelona salió sin protección rumbo a autopistas peligrosas y ahora ya no hay deducible que pague los daños. El vehículo es pérdida total.