Cuando a alguien le toca bailar con nosotros, no somos la más fea ni tampoco la más bonita. No nos ven como potencia ni impotencia mundial. Nuestro estilo no es sudamericano, ni norteamericano. No somos altos, ni chaparros. Ni blancos, ni negros. Nadie nos intimida y a nadie intimidamos (delante de las faldas del Estadio Azteca, se entiende).
Eso sí: nadie juega tantos partidos como nuestra selección. Nadie riega más tinta en sus diarios que nuestra selección. Nadie en el mundo provee de trabajo a tantos comentaristas como nuestra selección. Criticones recalcitrantes y porristas exacerbados, separados por apenas un botón del control remoto. Potencia mundial comercial y mercadotécnica; patrioteros y antipatriotas: todos encuentran lugar alrededor de una selección que no reconoce términos medios, con la paradójica excepción de su propio nivel futbolístico.
Ocurre que el futbol mexicano vive sus más prometedores momentos pero su entorno sigue instalado en los mediocres debates de los viejos tiempos. Que si el portero suplente es convocado por ser amigo del Chepo. Que si apenas empatamos contra Dinamarca en un partido del que en realidad ni debimos habernos enterado. Que si estaban obligados a golear a Jamaica, como si así hubiesen sumado más puntos. Cada amistoso, cada camino al Mundial, cada Copa del Mundo la misma historia.
Aunque la selección no gana el hexagonal de Concacaf desde 1997, seguimos esperando que gane, guste, golee cada partido; y que encima lo haga caminando. Y si no, le gritamos ole a un rival que no da ni tres pases seguidos. Desde nuestra mediocridad, aficionados, directivos y periodistas nos confabulamos cada cuatro años para exigir que la selección sea lo que nunca ha sido, mientras nosotros somos iguales que siempre.
Por vez primera México tiene a media decena de futbolistas titulares en España. Por vez primera México tiene a un goleador en el Manchester United. Por vez primera México llegará al Mundial como campeón olímpico (aquella aventura empezó con vilipendiado 0-0 ante Corea, ¿recuerdan?). Por vez primera en la historia México cuenta con materia prima para formar hasta dos selecciones de alto nivel competitivo. Y sin embargo, seguimos donde siempre. Donde nos toca. Ole.