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Rijkaard y Van Gaal

Sale del vestidor, sube hacia el campo y se sienta en el banquillo. Procura hacerlo en el extremo pegado a la pared lateral porque ahí se está más calentito. Pasan los minutos y él no se mueve, se queda así: inexpresivo.

De pronto recuerda que hay una cámara destinada a seguirlo durante todo el partido. Entonces se levanta y silba, gesticula, mueve las manos en un lenguaje que ni él comprende y vuelve a silbar. Lo hace muy bien. A veces Ten Cate, el señor que siempre está a su lado y que se parece tanto al presidente de Venezuela, le hace una sugerencia. Él la acata sin rechistar.

No le importa que Ronaldinho sea el lanzador de tiros libres menos efectivo de Europa y que se encapriche en seguir fallando una y otra vez. No vaya a enojarse si le ordena ceder la responsabilidad a algún compañero.

Nunca en la historia del futbol moderno el éxito de un equipo dependió tan poco de su entrenador. La influencia de Rijkaard en el Barcelona se asemeja a la de un tal Carniglia en el Madrid de Di Stefano o a la de un señor llamado Aymoré en el Brasil de Garrincha.

Para suplir a Márquez en su visita al Chelsea no se le ocurrió mejor idea que poner a Gerard, el peor futbolista de todos. Asimismo 30 partidos menos trascendentes le fueron insuficientes para palpar la evidente incompetencia de Van Bronckhorst como lateral izquierdo.

El Barça cayó de Europa por él y es líder de España a pesar de él.

Es un tipo con suerte. Su apatía comúnmente es confundida con tranquilidad y su escasez de recursos tácticos suele asociarse con libertad. Hace unos años recibió de manos de Hiddink una selección holandesa que enamoraba al más soso, no supo qué hacer con ella y optó por cedérsela al pobre Van Gaal, quien acabó señalado por no calificar al Mundial a una selección destrozada por su antecesor.

Pero la herencia que el ‘malo’ dejó al ‘bueno’ en Barcelona fue muy distinta. Valdés, Puyol, Oleguer, Xavi e Iniesta, poco menos que la columna vertebral del equipo, debutaron gracias al ogro en años en que el príncipe no hacía más que descender al Sparta de Rótterdam.

Cómo son las cosas que en el imaginario colectivo resulta que Van Gaal, último entrenador en España capaz de ganar dos ligas seguidas o levantar Liga y Copa del Rey en el mismo año es malvado, muy malvado por perturbar a Riquelme; mientras Rijkaard, quien desterró para siempre al mismo, es lo que se dice un pan de Dios.