Real Zaragoza, AS Mónaco, FC Barcelona… Madrid se quema. Debió ganarlo todo y no ganará nada. Quizá sea difícil de entender para todos aquellos que se tragaron el cuento de que era un equipo de otra galaxia. Supongo que se referían a la Vía Láctea, por eso de la buena leche (entiéndase paradas de Casillas y escapadas de Ronaldo que sumaron puntos mal ganados durante varios meses). Pero de imprevisto la leche se acabó, los méritos individuales se volvieron insuficientes y Real Madrid debió exhibir todas sus miserias.
Sintiéndose en pleno siglo XVII, Florentino Pérez se decidió a adornar el Santiago Bernabéu, su peculiar catedral futbolística de cuatro estrellas, con lo mejor de lo mejor. Y sobrecargó a Raúl con Figo, después abarrotó a Zidane, encimó a Ronaldo y continuó su decoración estampando al bello Beckham. Una obra puramente barroca, de mal gusto.
Resultado: Ganó dos Ligas y una Copa de Europa. Pero perdió cuatro Copas del Rey. Y tres Copas de Europa. Y, sin temor a equivocarme, un par de Ligas también. El balance entonces, es alarmante para un equipo diseñado para arrasar con todo.
Si de cuentos se trata, mejor contemos el de una niña vestida de blanco que se encuentra perdida. Camina sin rumbo junto a un hombre de hojalata pintada en blanco: Piernas rápidas, brazos fuertes, cintura mágica. Pero sin corazón, indispensable para ganar los partidos clave.
Los acompaña un león blanco que solía espantar a los despistados, hasta que repararon en su falta de garra y comprobaron que un par de huevos suelen ser más galácticos que cualquier toque exquisito. Completa el cuadro un espantapájaros que no encuentra en su cabeza solución a tanto problema. También viste de blanco.
Su única esperanza vuelve a ser un tipo al que llaman Mago de Oz. Irónicamente, su vestuario es negro, pero suele ayudarlos en situaciones extremas con la magia de su silbato. ¿Lo logrará esta vez?