Pocos deportes son seguidos a nivel profesional en todo el planeta. De entre los que requieren el uso de una pelota: futbol, básquet y tenis son probablemente los que contabilizan mayor número de canchas para practicarlos aquí y allá. Y en los tres, España es vigente campeón del mundo.
Si analizamos deportes menos globalizados, nos topamos con que los españoles ganaron los mundiales de futbol sala y balonmano en 2004 y 2005. Si nos adentramos en aquellos sobre ruedas, sabremos que además cuentan con los mejores exponentes a bordo de bicis, motos y autos de Fórmula 1. Y si de deportes olímpicos hablamos, son potencia en remo, nado sincronizado, vela, y hockey sobre pasto; aunque en Beijing se colgaron medallas hasta en gimnasia y esgrima.
Estamos hablando por lo tanto, no solo de una nación que por fin se coronó en el deporte que más le apasiona, sino de una auténtica potencia mundial en términos polideportivos. Es obvio que sus esfuerzos no han sido encausados exclusivamente al balompié, y como resultado tienen aficionados a muchas disciplinas, que ni una liga con los dos clubes de futbol más mediáticos del orbe logra eclipsar.
La pregunta es inevitable: ¿Y México, apá? Aquí, en términos generales aficionados, medios y patrocinadores hemos centralizado todas nuestras energías, pasiones y recursos en el futbol m’ijo… Y de las 12 competencias por equipos (esas en las que verdaderamente podemos sentirnos representados, con el respeto que el Tae Kwon Do me merece) suele calificar una sola de nuestras selecciones a Juegos Olímpicos. Hemos sacrificado al resto de los deportes en pos de convertirnos en la decimocuarta potencia del que más nos gusta.
La difusión de la prensa y su notable consecuencia en términos de inversión es el huevo que origina nuestro paupérrimo nivel deportivo. ¿No hay difusión porque somos malos? ¿O somos malos porque no hay difusión?
Lo peor es que a la gallina no le gusta tanto el futbol como creemos. Ya que hay tiempo de sobra de aquí a que acontezca algo digno de ser relatado por un pambolero como yo, lo argumentaré en la próxima columna.