Daniel Alves tenía años robando sin decoro y ahora se postula como lateral derecho más grande de todos los tiempos en la Liga Española. Shakira había sepultado la carrera de Gerard Piqué y hoy lo más destacado en la biografía de la cantante colombiana es ser la mujer del mejor defensa de la Tierra. Andrés Iniesta se jubiló para vivir de sus rentas durante un par de añitos y en estos momentos es -y ahora sí pido licencia para exagerar- un futbolista al nivel de Andrés Iniesta. Neymar Jr parecía una estrella sobrevaluada, Sergio Busquets parecía un jugador promedio, Sergi Roberto parecía un futbolista mediocre… hasta que bebieron la pócima que cocinó Luis Enrique y dejaron de ser sapos.
Aunque a nadie le convenga reconocerlo, él diseñó el método que relanzó sus carreras. Él les ha ayudado a identificar cuándo presionar y cuándo frenar. Él y su equipo técnico han facilitado las condiciones propicias para recuperar esas secuencias de 30 toques en velocidad, precisión y profundidad que eran historia y hoy vuelven a torturar a rivales y a algún aficionado de mal gusto. Él ha dotado al equipo de una gama de variantes inexploradas: pases en largo, contragolpes, táctica fija, seguridad en acciones a balón parado…
Luis Enrique es un solucionador de existencias. Inventó a Sergi Roberto ante la epidemia de lesiones. En vez de limitarse a sobrevivir, se las ingenió para mejorar al Barcelona sin la luz de Lionel Messi. Supo lidiar con una directiva incompetente y con las consecuentes restricciones que esto conllevó en materia de reforzar al equipo. Y todo esto sin herramientas como Valdés, Puyol o Xavi: santos griales que ahora son piezas de museo.
Por ahora la báscula medidora del éxito indica que el equipo dirigido por Pep golea 14 títulos a 4 al de Lucho. A pesar del buen paso, semejante remontada se antoja imposible y sin embargo, Luis Enrique ya ha logrado una proeza que por inaudita resulta mucho más fantástica. Todos y cada uno de los sabiondos culés y especialistas neutrales repetimos un millón de veces cual merolicos que jamás viviríamos nada similar al Barça 2009-2011. Luego aparecieron los mismos pesados de siempre para regalarnos, apenas un lustro después, veladas que asumíamos irrepetibles. Y recordamos entonces que, bendito dios, no tenemos ni idea.